Reproducimos por su interés este articulo publicado por
vertele.com
Corresponsales en Bagdad
En Bagdad los periodistas duermen vestidos, durante pocas
horas. Casi no comen alimentos frescos y se han acostumbrado a las conservas,
que se zampan con rapidez. Las escasas horas de sueño se ven alteradas por
bombardeos esporádicos y, lo normal, es que pierdan kilos sin necesidad de
seguir ningún régimen. Los corresponsales para las cadenas de radio y televisión
están siempre al pie del cañón, dispuestos a entrar en todos los informativos y
boletines con la poca información que a veces les llega. Intentando
interpretarla, para no caer en las trampas que les tienden los servicios de
propaganda de uno y otro bando.
Ángela Rodicio, de TVE, asegura que "el miedo es la segunda palabra prohibida
después de "yo". Nadie te obliga a venir. Tienes que evitar hacerte el "héroe" y
pensar que tu situación es peor que la de la población civil irakí que es la
auténtica víctima de esta guerra".
Jon Sistiaga, de Telecinco, asegura que tiene que tragarse las emociones y
únicamente se las permite cuando piensa en su mujer, Yolanda Benítez, que está a
punto de dar a luz.
Sus bienes preciados son los teléfonos vía satélite y las cámaras de televisión.
Son su cordón umbilical con el mundo. Tienen que cuidarse muy mucho de los
funcionarios del Ministerio de Información de Iraq que les controlan, les
censuran, les vigilan y, de vez en cuando, efectúan redadas para quedarse con
sus teléfonos móviles.
Están todos congregados en el mismo hotel, el Palestina, que no pueden abandonar
bajo ningún concepto sin chófer o guía oficial. Deben acudir a la rueda de
prensa diaria del Ministro de Información, que más bien parece una homilía
dominical, plagada de propaganda y de medias verdades, cuando no de mentiras.
Los corresponsales de guerra son, en Bagdad, una fuente de negocio también:
pagan 125 euros diarios, como mínimo, además de otros 50 dólares diarios por día
para el guía oficial o chófer. A la más mínima indisciplina pueden ser
expulsados del país.
Todos los días los periodistas son "invitados" a montarse en cinco o seis
autobuses para ser llevados a lugares donde, según el régimen de Bagdad, la
coalición anglonorteamericana ha bombardeado objetivos civiles. El resto del día
están escuchando constantemente la versión oficial sobre los éxitos, en la
guerra, de las tropas de Sadam Husein.
El gran despliegue americano
En el otro lado, las cosas no son más fáciles ni más maravillosas. Las tropas
americanas y británicas avanzan con un grupo de más de 600 periodistas
"seleccionados", "acoplados", que siguen también unas estrictas instrucciones de
comportamiento. Cuando alguno las vulnera, son "expulsados", como le ha pasado
al periodista Geraldo Rivera, según ha informado ya Vertele. En otros casos,
como el de Peter Arnett, que fue despedido por su cadena de televisión, son los
propios medios los que toman represalias por faltas de indisciplina o por
discrepancias son sus opiniones expresadas públicamente.
Jack Kelley, el Jefe de Corresponsales de USA Today, lo cuenta todo muy
claramente. Kelley, veterano de todas las guerras (Golfo, Somalia, Ruanda,
Chechenia, Afganistán), con un equipo de periodistas distribuido en Jordania,
Arabia Saudita, Israel, Kuwait, Egipto, Turquía e Irak, explica los preparativos
previos a su despliegue en Oriente Medio: "Nuestros chicos han seguido el
entrenamiento para corresponsales de guerra que ahora están de moda -asegura con
una sonrisa sarcástica-. Un grupo de exmarines del ejército norteamericano se
dedica a "preparar" periodistas para lo peor. Nos dieron un curso que incluía
primeros auxilios hasta como disparar con un arma de fuego, pasando por
ejercicios físicos y simulacros de fusilamiento, bombardeos, torturas y
secuestros. Los métodos, generalmente brutales, sirven para "endurecer" el
carácter. Pero nada indica que un periodista, después de haber sido torturado,
esté más preparado para soportar otra vez una sesión de tortura".
Los corresponsales de guerra de Kelley llevan todos consigo dos bolsos que
contienen: un traje anti-guerra bacteriológica, una máscara de gas, calzado
adaptado, un botiquín, una cámara digital, un teléfono satelital, un chaleco
anti-balas y, por supuesto, una computadora personal para mandar sus crónicas.
Pero también estos periodistas sufren riesgos: Un cámara de la cadena qatarí de
información Al Yazeera, que desapareció el viernes, fue detenido por las tropas
estadounidenses cerca de Basora e interrogado durante catorce horas antes de ser
puesto en libertad.
Otro periodista de Al Yazeera, el único medio de comunicación presente en esta
ciudad asediada por los británicos, declaró que su equipo fue blanco de disparos
cuando trataba de filmar la distribución de la ayuda alimentaria.
Siete periodistas de la prensa escrita italiana que desaparecieron el viernes en
Basora dieron señales de vida al día siguente en Bagdad. Habían sido detenidos
por milicianos del partido Baath, en el poder en Irak, cuando solicitaban ayuda
para orientarse. Los iraquíes les recriminaron haber entrado en Irak sin visado.
Los siete declararon que fueron bien tratados.
Periodistas por libre, alto riesgo
Otro grupo de periodistas actúa por libre. No debe someterse a la censura ni a
los controles de las autoridades iraquíes, ni estadounidenses, pero para ellos
la guerra es una aventura de alto riesgo. El diario El País, de Montevideo, nos
hacía un resumen de los primeros percances, con muertos, de esta guerra:
"La cadena de televisión británica ITN anunció el 23 de marzo que uno de sus
reporteros, Terry Lloyd, había muerto cerca de Basora, en el sur de Irak tras
haber sido alcanzado "aparentemente" por disparos de las fuerzas de la
coalición. El cámara que trabajaba con Lloyd, Fred Nerak, y su intérprete
libanés, Hussein Osman, fueron dados por desaparecidos".
Un cámara independiente australiano, Paul Moral, fue hallado muerto el 22 de
marzo en el Kurdistán iraquí tras la explosión de un coche bomba.
En lo que parecía un accidente, un periodista de una cadena británica, Gaby Rado,
cayó del techo de su hotel en Suleimaniyak, en el norte, y fue hallado muerto el
domingo en el aparcamiento del hotel.
Otros periodistas fueron localizados sanos y salvos después de haber
desaparecido durante varios días en Irak.
Corresponsales de guerra bajo sospecha
Pero la polémica acompaña al trabajo de los periodistas en tiempos de guerra.
¿Son objetivos? ¿Son instrumentos de propaganda? ¿Están al servicio de los
Gobiernos en contienda, como parte del aparato de la guerra?
La página de internet argentina.indymedia.org lo tiene muy claro cuando afirma:
"Los periodistas de CNN han sido expulsados de Irak. Enhorabuena; sería una
hipocresía en este caso apelar a un discurso sobre la libertad de información.
Ellos son parte de la maquinaria bélica norteamericana y es lógico que los
irakies quieran sacarlos de su territorio".
Y, hablando de los corresponsales americanos, habla de sus limitaciones cuando
relata la experiencia de Kevin Sites: "Fui invitado a suspender mi diario de
guerra por un tiempo. Pero no quiero dejarlo. Sigo escribiendo una crónica de
los eventos de mis experiencias de guerra, y tengo la esperanza de llegar a un
acuerdo con la CNN en un futuro cercano, para hacer que estas crónicas estén
disponibles para ustedes en alguna forma, quizás en este sitio." Sites estaba
escribiendo una crónica personal de sus vivencias de guerra, que todos los días
publicaba en su sitio personal. La CNN -sin explicar motivos- decidió que su
corresponsal no podía hacerlo más.
Indymedia concluye su alegato crítico: "Por suerte, todavía tenemos otras formas
de enterarnos de la otra versión de los hechos: el viejo cronista Robert Fisk
informa desde la línea de frente y otros periodistas intentan volver a Irak para
que "haya periodismo independiente sobre el terreno", llevando una laptop, un
teléfono satelital y una cámara digital; el armamento perfecto para un medio
alternativo".