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Francia, la guerra de los símbolos religiosos se libra en la red
No más crucifijos colgando de las paredes en las escuelas. Tampoco medallitas milagrosas adornando cuellos de frágiles preadolescentes. No más mujeres con velo, ni judíos cubriéndose parte de la mollera. Es tiempo de acabar con todo tipo de signo religioso externo. Nada que denuncie creencia pagana u ortodoxa. Es tiempo de un Estado laico que ponga buen fin a fundamentalismos y excusas para guerras religiosas. ¡Que venga entonces!


 
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últimas noticias - Esa es por lo menos la opinión de monsieur Chirac y sus ministros, que con la idea de frenar más problemas entre partidarios de Abraham, Cristo y Mahoma, quieren suprimir toda señal religiosa visible de las escuelas y otros espacios públicos.

Como era de esperar, la decisión ha encendido hogueras por toda Francia. La televisión y las portadas de diarios se han convertido en verdaderas plazas públicas para condenar o santificar el tema. Laicos y religiosos se pasean por los escenarios con incendiados argumentos e histéricas excomuniones. La pregunta siempre es la misma: ¿intolerancia estatal o simple respeto por la diferencia? Un debate que tiene el dulce aroma de la herejía.

Uno de los lugares donde esta "guerra religiosa" se ha desarrollado con más pasión es internet. Modernidad obliga. Webs fanáticas, partidarias de lo laico o del ateísmo, celebraron el anuncio de Chirac. Entre ellos, sitios de extraños nombres como la Unión de Familias Laicas, la Federación Nacional de Librepensadores, o el Lago de los Herejes, entre otros.

La mayor virulencia se ha visto en los "newsgroups". Aquí los insultos han volado como ángeles del mal sobre las pantallas.

¿Cómo entender tanta pasión bizantina? Para los partidarios de suprimir los signos religiosos la explicación es relativamente simple. Más de cinco millones de musulmanes viven hoy en Francia. Tanto moro junto ha provocado un fuerte cuestionamiento de los modos de vida del país. Los franceses, que llevan siglos enorgulleciéndose de su tolerancia y racionalismo, no han sabido cómo enfrentar a estas miles de familias que vienen con el Corán bajo el brazo.

Se sienten perjudicados con tanta "tolerancia" y aceptación. Dicen que en los colegios los musulmanes tienen trato privilegiado. Denuncian demasiados permisos para salir de clases a rezar; se quedan sin evaluación de "pecaminosas" asignaturas como biología o educación sexual. Por último, hay casos de estudiantes que cubiertas con velo, se intercambian con sus compañeras al momento de rendir exámenes. Más grave es la situación en hospitales donde a veces los pacientes niegan atención de urgencia porque los doctores usan velos, crucifijos o una kippah.

Con estos casos es comprensible que el 65% de los franceses esté de acuerdo con suprimir los signos religiosos.

Si inshallah fuera tan simple. Lamentablemente, ni siquiera los propios laicos saben dónde poner límites a la restricción para que no parezca una simple medida discriminatoria en contra de musulmanes. Porque, si suprimen todo signo religioso, ¿qué pasará con las "otras" religiones? ¿Se prohibirá el uso de pentagramas o de dioses hindues en el arte? ¿Qué pasará con modas tipo ying y el yang o las runas?

Nada fácil se ve una pronta salida de este enfrentamiento de civilizaciones que viven los franceses en su propia tierra. Complejas son las decisiones que tendrán que tomarse para salir con dignidad de este impasse. Complejos son los designios del señor, y en este caso, del señor Chirac.

Símbolos religiosos o discriminación de la mujer

Por Ángel Cortés


Voces desde todos los lugares interpretan de manera distinta la decisión del gobierno Chirac de poner freno al auge de símbolos religiosos, principalmente los correspondientes a la é islámica, en las escuelas y centros públicos de la Administración francesa.

La decisión ha recibido criticas desde las derechas a las izquierdas. Las primeras al extender la prohibición a símbolos no propiamente islámicos e incluir en ellas los provenientes de la fe cristiana. Por el contrario, sectores de la izquierda consideran que es un ataque a una expresión cultural de un pueblo que tiene su propia tradición y forma de vivir la fe.

No vamos a negar este último argumento, totalmente cierto aunque insolidario en su contenido. La fe y la libertad religiosa se fundamenta principalmente en la observancia del respeto al prójimo en todos sus sentidos y no solo a aquellos que a uno les conviene. Y en este sentido los defensores del Islam y principalmente aquellos que predican desde sus mezquitas o minaretes pocos argumentos pueden esgrimir en su favor.

Mientras imanes pagados por la Arabia Saudita y sus organizaciones satélites exigen que se respeten sus derechos en Europa, en su país de origen la profesión de fe publica contraria al Islam es prohibida y además, aquellos musulmanes de origen que abracen una fe distinta a la oficial pueden ser condenados arbitrariamente. Seria bueno, que antes de reclamar derechos fueron los primeros en aplicarla en su país de origen.

Pero la discusión es mucho más extensa y va mucho más allá.

En mi opinión tras este debate se encuentra de si Europa en pleno Siglo XXI puede o no velar por los derechos del hombre y la mujer en plena igualdad, o bien al contrario debe retroceder a siglos atrás y aceptar que a cada sexo le corresponde unas funciones distintas en la sociedad.

Y en base a tales costumbres, la mujer debe perder los derechos propios que como ciudadana tiene por otros que le confieren un papel dependiente y sojuzgada a la voluntad masculina.

Que la mujer sea obligada, por motivos religiosos o culturales (aunque sea libremente aceptada por ella) a una serie de preceptos que lindan o chocan con la libertad que como ser humano posee, es algo que el Estado y sus gestores no deben permitir de ninguna manera.

Como tampoco debe permitir la poligamia encubierta que en estas comunidades existen disfrazada de alguna u otra manera, o los maltratos físicos y psicológicos que se producen y por no olvidar el interés de apartar a las muchachas de la educación necesaria y obligatoria que en estos ámbitos se práctica.

No se trata de intromisiones en la privacidad de las personas ni en "machacar" una cultura milenaria sino en aceptar que en Europa y en los países civilizados el hombre y la mujer comparten los mismos derechos y obligaciones en plena igualdad. Retroceder ante esto seria un flaco favor a la sociedad y al régimen de libertades que vivimos en nuestro continente.


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domingo, 25 mayo 2014

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