Año 2 - nº 1 -

En Hollywood, siempre es Navidad cuando uno es famoso
Siempre es Navidad cuando uno se llama Steven Spielberg o Tom Cruise, estrellas de Hollywood para los que la vida es un continuo recibir regalos, por lo general a domicilio, especialmente en temporada de premios.
Agencias - "Es toda una ironía que me hace pensar en lo bien que me hubiera venido todo esto cuando comenzaba mi carrera, no ahora que puedo pagarme lo que quiera", ha reconocido Spielberg con honestidad ante la afluencia de regalos que puede recibir ahora que es el director más cotizado de esta industria.

Las cestas de obsequios, algunas valoradas en más de 20.000 dólares, se reparten en Hollywood sin necesidad de que llegue la Navidad o de haberse portado bien durante el año.

En concreto, los que han hecho trabajos tan duros como presentar los Oscar han recibido "aguinaldos" que incluían cosas tan peregrinas como un somier (1.700 dólares) y otras más "normales", como tres noches de hotel en un "resort" en México (3.000 dólares).

También había una silla de oficina (1.500 dólares), una cámara digital (500 dólares), un reloj de acero (1.600 dólares) o un tratamiento para blanquear los dientes de 600 dólares.

Como ha declarado el portavoz de la Asociación de la Prensa Extranjera, organización encargada de la entrega de los Globos de oro, se trata de una cesta que en muchas ocasiones acaba siendo donada por sus receptores.

Esa es la política que la organización cinematográfica sin ánimo de lucro aplica a las posibles sobras de esta bacanal del regalo.

El por qué de tanta generosidad con los famosos radica, en parte, en el efecto multiplicador de la publicidad, como en el caso del modisto Armani cuando viste gratuitamente a Jennifer Aniston y a Debra Messing para recoger los premios Emmy.

La fotografía de la cantante y actriz Jewel vistiendo la camiseta de Playboy fue una publicidad impagable para esta revista y a estas alturas la entrega de los Oscar es conocida como la principal pasarela de moda del mundo.

Lo mismo le ha pasado a Harry Winston, conocido como el "joyero de las estrellas", por sus donaciones de diamantes para hacer brillar con más esplendor a los famosos durante la entrega de los Oscar.

Winston le sacó provecho a la gargantilla de diamantes de 40 quilates, valorada en 160.000 dólares, que prestó a Gwyneth Paltrow, la noche que ganó el Oscar por "Shakespeare in Love".

Tras una velada tan memorable, los padres de la actriz se la acabaron comprando como obsequio personal, dada la "debilidad" que siente por las joyas esta futura madre.

Fue, además, un diseño de diamantes y platino que, bautizado con el nombre de "la gargantilla de la princesa", atrajo a gran cantidad de clientes a esta joyería selecta de Beverly Hills.

Incluso viejas leyendas de Hollywood, como Billy Wilder, disfrutaba de estos privilegios y gran amante de los sesos de cordero, siempre había un plato de este exquisito bocado esperándole en el restaurante Kate Mantelini de Los Angeles.

Se murió Wilder; se acabaron los sesos.

El fabricante de calzado deportivo Nike tiene un almacén al que invita a los famosos a servirse lo que quieran con un único límite: llevarse tan sólo lo que les valga personalmente.

Muchas estrellas "reciclan" los regalos que han recibido por su fama entre quienes trabajan a su lado y son mucho menos famosos, y otros, como Michael Jackson, se meten en líos legales por devolver estropeado un valioso reloj prestado.

Ese caso aun resuena en los tribunales, cuando el joyero David Orgell le reclamó hace años por vía judicial al "rey del pop" una compensación por el reloj de 1,5 millones de dólares que el cantante retuvo "en préstamo", según su versión, antes de devolverlo roto.

 

 

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