Uno, que lleva como unos treinta años en el mundo asociativo, y que en ese
mundo ha participado y conocido bien ámbitos como el vecinal, el político, el de
la educación de tiempo libre infantil y juvenil (niños: no estoy muy seguro de
si he debido mencionar eso), el de la economía social (con algún que otro pinito
profesional en este ámbito), el escolar (otra vez niños y esta vez es peor: mis
propias hijas) y activo en la actualidad en el entorno sindical, en el activismo
del software libre y en el mundo internauta, sabe un poquito de ONG's.
Uno, que ha vivido todo eso y que sabe de eso, podría decir unas cuantas cosas
poco edificantes del mundo de las ONG's: podría hablar de la ineficiencia de
unas cuantas de ellas (algunas, en el grupo de las más notorias), en absoluto
desmentida por resultados mucho más espectaculares que reales logrados a costa
de subvenciones públicas cuantiosísimas y de una poco disimulada participación
en el fraude fiscal trasteando con las desgravaciones y deducciones de cuota
derivadas de las ventajas de nebulosísimas “declaraciones de interés público”;
podría hablar de estructuras burocráticas escleróticas sin otra finalidad
práctica que una minoría de “apparatchiks” tenga sueldos de cuadro más que
intermedio donde en cualquier otra entidad privada o pública no pasarían de
ordenanzas (suponiendo que supieran manejar una máquina de fotocopias o una
encuadernadora de canutillos); podría hablar de entidades que sirven de tapadera
a actividades muy vergonzosas, cuando no redondamente delictivas, y muchas veces
al ciego servicio de organizaciones muy, pero que muy, gubernamentales; podría
hablar, en fin, de entidades que utilizan, de forma desmedida, la
contratación-basura de sus empleados.
Podría hablar de todo eso y en más de un caso podría dar siglas y direcciones
electrónicas y postales. Pero no hablo de todo eso. No quiero hablar de ello
porque al lado de toda esa mierda hay, verdaderamente, ONG's útiles, que hacen
un trabajo maravilloso, limpio, justo y, desgraciadamente, necesario y hasta
imprescindible, abarrotadas de personas esforzadas, sacrificadas y, en no pocas
ocasiones, con comportamientos, actitudes y biografías rayanas en el heroismo, y
esas entidades y esas personas magníficas que las componen merecen un respeto y
una consideración tan enormes que sólo por no perjudicarlas vale la pena
morderse la lengua y callar las abominaciones de algunas falsas hermanas que
andan por ahí cometiendo tropelías a costa de los presupuestos públicos y de los
bolsillos incautos.
Y así llevo todos estos años a base de silencios, sonrisas de escepticismo,
desazones, 'cagontós' y bilis ingerida en porrón, como todo ciudadano que
observa barbaridades y tiene que callarlas, bien porque el sistema le enmudece,
bien porque los bárbaros han tomado como rehenes a actitudes personales
admirables o a entidades útiles y magníficas.
Y estando en esas, me entero de la última de ANESVAD. ANESVAD (Acción Sanitaria
y Desarrollo Social) es una ONG que se dedica a pedir dinero para acometer
programas sociosanitarios en diversos países del mundo no privilegiado con
resultados tan desconocidos para el gran público (salvo los expuestos en su
propia propaganda) como sus cuentas. Dicho sea sin perjuicio de mi
convencimiento del buen hacer de los funcionarios y organismos responsables de
fiscalizar la idónea ejecución de los programas de ayuda al desarrollo objeto de
subvención o de cualquier otra suerte de financiación pública gestionada por
dicha ONG, fe que suple suficientemente al mencionado desconocimiento.
Decía que me entero de la última de ANESVAD llevando con ello al lector a la
conclusión de que no es la primera. En efecto, hace un tiempo, cosa de dos años,
quizá tres, todo lo más, ANESVAD incardinó en su programa de lucha contra la
prostitución infantil una página web “cebo” en la que, presuntamente, ofrecía
fotografías pornográficas de menores. Por supuesto (hay que cultivar las
subvenciones futuras), ANESVAD buscó y obtuvo la máxima difusión mediática de la
existencia de esta web -ciertamente ingeniosa, por otro lado- y consiguió un
importante número de impactos (37.000, según José Chinchetru en Libertad
Digital). Pues bien, ANESVAD celebró este importante volumen de impactos como un
éxito de su “trampa” y estableció que este era el número por ellos experimentado
de aspirantes a consumidores de pornografía infantil. Casi no hacen falta
mayores comentarios para el lector avisado: una supuesta “trampa” que se publica
prolijamente en la prensa de papel y que llena foros y publicaciones en la Red
no sé qué tipo de “piezas” capturará: muy probablemente -o casi únicamente-
internautas movidos por la simple curiosidad de ver algo ingenioso. Debo
confesar, no sé si avergonzado o muerto de risa, que uno de ellos soy yo.
No conforme ANESVAD con aprovecharse de la simple y pura curiosidad de tantos
miles de personas, en su práctica totalidad ciudadanos corrientes, molientes y
honrados (los verdaderos usuarios de pornografía infantil ya tienen sus
circuitos y no van a ir a buscarla en una página de ANESVAD), incluso -estoy
seguro- la mayoría de ellos deseosos como el que más de poner coto a ese horror,
ahora tira a fondo el estoque de la vesanía y carga redonda y directamente
contra la Red y contra nosotros, los internautas.
La última de ANESVAD, decía, ha sido montar una suerte de “Gran Hermano”
-ejemplar formato, voto a bríos- en el que, junto a otros cuatro personajes asaz
turbios, incluye a dos buenas piezas que culpabilizan, directamente y sin el
menor recato, a la red, uno, y a los internautas, otro, de la pornografía
infantil.
A mí me sabe mal desperdiciar espacio en disco duro de servidor y ancho de banda
para decir cosas que deberían ser obviedades: por ejemplo, que culpar a la Red
por contener pornografía infantil es como acusar a la navegación marítima o
aérea o al transporte ferroviario o por carretera de lo mismo cuando esta
pornografía circula en formato de papel, de cinta magnética o de CD (por cierto,
que, desde este punto de vista, también ANESVAD estaría, indirectamente,
culpando a la $GAE de tráfico de porno con menores, puesto que merced a su canon
estaría aprovechándose de este tráfico; en fin, nadie podrá acusarnos de
simpatizar con la $GAE, pero llegar a este extremo ya es de locos). Aunque esto
puede aguantarse: en definitiva, la incompetencia de los responsables de las
campañas de ANESVAD y su analfabetismo digital relucen por sí mismos con el
fulgor de mil soles.
Pero lo que es intolerable, lo que nos va a tener enfrente hasta su
rectificación, hasta una pública retractación, es la agresión brutal de que es
objeto el colectivo internauta. Acusados, entre unos y otros, de ladrones de
derechos de autor, de terroristas y de piratas (y aún me dejo cosas), va a
resultar ahora que somos también pederastas. Hay veces en que me pregunto por
qué no somos redondamente fusilados y, para hacerlo más económicamente, sin
previa formación de causa, visto que somos los causantes de todos los males de
la Humanidad y los seres más abyectos después de las SS (¿o quizá antes aún que
ellos?).
La acusación de tráfico y/o consumo de pornografía infantil al común del
colectivo internauta es una injuria bestial -y, por supuesto, totalmente
injustificada- que descalifica a los rectores de ANESVAD por encima de cualquier
otra consideración. Alguien deberá explicar a esos negligentes que la Red no es
sino la digitalización de la sociedad misma, con todas sus ventajas y con todos
sus inconvenientes, a veces multiplicados éstos, pero también aquellas; alguien
deberá decirles -porque todas las apariencias indican que lo ignoran- que la
pornografía infantil existía muchísimo antes que la Red (desde la noche de los
tiempos, me atrevería a decir); no sé si valdrá la pena decirles que en la
propia Red hay muchísimas páginas (no perceptoras de subvenciones, dicho sea de
paso) que están plenamente dedicadas a combatir la pornografía infantil y que,
desde tiempo inmemorial, la propia web de esta Asociación (como muchas otras,
afortunadamente) tienen enlaces a páginas de combate contra la pornografía
infantil; y, finalmente, la Guardia Civil y el Cuerpo Nacional de Policía
explicarán a esos impresentables (y lo harán con esperanzada alegría) que deben
muchos de sus éxitos tanto a su reconocida competencia profesional (y no como la
de los gestores de ANESVAD) como a la colaboración FRECUENTE, ESPONTÁNEA y
RÁPIDA de los internautas.
Dejamos la cuestión aquí, de momento. De la propia ANESVAD dependerá que sigamos
hablando de ella... y en qué sentido.
Javier Cuchí es miembro de la Asociación de Internautas
Noticia relacionada:
http://www.internautas.org/article.php?sid=1657
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