Año 3 - -
Guía de regalos para estas navidades: El mejor reloj para los hombres
ALGO especial debió de irradiar Cronos, el dios del tiempo, cuando los griegos le situaron más allá de todos los dioses y le asignaron el papel de escribir la Historia.

 CARMEN FUENTES - surdigital /  Nada menos que 3.500 años han pasado desde las noticias de los primeros relojes de sol, y unos pocos menos desde que el hombre consiguió fabricar dos botellas de cristal iguales para meter arena y medir el tiempo. El camino de la relojería ha sido largo y laborioso y hoy es muy difícil entender su gran significado por el mero hecho de que la hora nos la dan gratis y está marcada por todos los rincones, pero basta con adentrarse en el siglo XVII, que no había ni luz, para comprender que tener un reloj en esa época debía de ser algo mágico y al alcance de muy pocos.

Aunque perder la noción del tiempo es a veces de lo más relajado y gratificante, el hecho es que para media humanidad la medida del tiempo ha sido una obsesión permanente, hasta el punto de haber provocado en los albores del siglo XXI una nueva enfermedad, 'la relojitis', es decir la fiebre desmesurada por los relojes. Y todo, porque los relojes son al hombre lo que las joyas a la mujer: una pasión que va creciendo con los años, porque para el hombre el reloj es el complemento ideal de su atuendo y el objeto que marca a la persona. «Dime qué reloj llevas y te diré quién eres», parece insinuar la incesante y avasalladora publicidad, sobre todo, en los preámbulos de la Navidad, Basta con echar un vistazo a los escaparates de las joyerías para ver que los relojes son como las setas, que marcas y modelos proliferan en otoño, de cara a la Navidad.

Aunque el sector se niega a dar cifras, el mercado de la relojería mueve miles de millones de euros en todo el mundo, especialmente en estas fechas. Dicen los relojeros consultados que el 60 por ciento de las ventas se realiza de septiembre a diciembre. Y más que aumentará, porque hay quien no concibe su vida, y mucho menos su vestuario, sin una docena de modelos en el joyero. Y a ser posible de marca.

Relación de afecto

La relación del hombre con el reloj es de afecto. A los relojes de pulsera se les empieza queriendo (sobre los seis o siete años) y se les termina coleccionando e, incluso, sabiendo de técnica y maquinaria. Pasó en los años 40, que fueron tan importantes para los relojes de pulsera, (algunos aseguran que nacieron en 1905, en la casa Rolex) y seguirá pasando. La clave está tanto en su nueva estética como en sus incorporaciones, llámense cronógrafos, calendarios...

Hasta el siglo XIX, los mejores relojes del mundo eran los alemanes (siguen siéndolo algunas marcas un tanto desconocidas para los españoles como la Glashütte) y los franceses, y si los suizos tienen fama ha sido porque en el último siglo y medio han hecho grandes relojes. El suizo Abraham Breguet está considerado por muchos como el padre de la relojería moderna. Su estilo ha permanecido con el tiempo y hoy sigue siendo un mito. Suiza, que permaneció neutral en medio de los vientos de la guerra mundial, no perdió el tiempo. Lo dedicó, entre otras cosas, a la industria relojera, hasta el punto de que en los años 60 logró realizar la mitad de la producción de relojes del mundo.

Pero Oriente le salió al paso y, sigiloso y paciente, esperó su oportunidad para tener su momento de gloria. Fueron los Juegos Olímpicos del 64, en Tokio, quienes se la dieron al ser cronometrados todos sus tiempos por la casa Seiko, que pronto se preparó para invadir el mundo con sus relojes de cuarzo. Ahí cambió el concepto de reloj tradicional, caro, único y de lujo, que pasaba de padres a hijos, y en Japón nació uno nuevo, barato, asequible y al alcance de las masas. Y ahí empezó también la guerra de la relojería, de Oriente contra Occidente, con millones de modelos muy similares en precios y diseños que hicieron temblar el mercado occidental del reloj.

Fue en los 70, con la invasión en el mundo de relojes orientales, cuando los suizos se echaron a temblar. Pasaron una auténtica crisis. Pero reaccionaron con un producto nuevo, único e igual de barato. La Unión de Relojeros Suizos se juntó y en los años 80 crearon el Swatch, un reloj de plástico, pero con innovación tecnológica, que conmocionó al mundo.

Movimiento de cuarzo, impermeabilidad a 30 metros, resistencia a los golpes, diseño y bajo precio. ¿Se podía pedir más? Imposible. Ningún fenómeno en la historia de la relojería ha supuesto una revolución mayor que la creación del Swatch.

Con el tiempo, a los modelos les han ido dando personalidad hasta conseguir los relojes más populares, originales y vendidos del mundo. Y lo mejor: su precio. Esta Navidad ha sacado una edición limitada de 4.000 piezas numeradas, con una esfera cubierta por 174 diamantes que equivalen a unos 0,7 quilates que cuesta 1.150 euros, cifra astronómica tratándose de un Swatch. Esta casa ha hecho algunas colecciones limitadas que, en subastas y en Internet, alcanzan cifras astronómicas, porque este reloj ha generado en Suiza una Asociación de Amigos del Swatch, capaz de hacer cualquier 'locura' económica con tal de tener una de estas piezas. El ejemplo de este modelo lo han seguido algunas marcas españolas y no han dudado en encargarlos a conocidos diseñadores.

Entre el lujo y la utilidad

Dicen los relojeros que el mundo de la relojería es como el del automovilismo, que hay Rolls Royces, que hay Mercedes, Audi, Opel y que hay utilitarios como el Smart o el Corsa. Es decir, hay relojes de alta gama (Patek Philippe Audemars Piguet, Blancpain, Breguet, Girard-Perregaux, IWC, Jaeger LeCoultre, Piaget, Vacheron Constantin, Zenit...) que serían los Rolls Royce de la relojería, que los hay de media gama (como Omega, Cartier, Hublot, Rolex, Bulgari, Beaume Mercier, Breitling...) y que existen los utilitarios (métanse aquí las marcas que quieran incluidos los Swatch).

Todos los relojes están en la tierra, menos uno, el Omega que, tras superar las durísimas pruebas de la NASA, fue el primero en pisar la Luna en 1968, el modelo 'Speed Master', que la casa sigue fabricando porque tiene miles de entusiastas, para quienes darle cuerda es su placer diario. Les da igual que el mecanismo automático marcase un hito en la historia del reloj y que fuera Wilsdorf, el fundador de la Casa Rolex, quien en 1931 lo sacase al mercado. Siguen enganchados al viejo sistema y parece que tienen cuerda para rato.

Pero el reloj es un objeto y como tal tiene su público. Antes eran los acaudalados árabes quienes frecuentaban las joyerías en busca de los 'pelucos' más caros y espectaculares y, hoy, las grandes joyerías del mundo están llenas de japoneses, taiwaneses, malayos e indios ansiosos de colocarse en la muñeca el último Cartier o el diseño más atrevido de Bulgari, la marca preferida de los modernos.

Audemars Piaget

Breitling
Cartier
Hublot
Omega
Patek Philippe
Rolex
Swatch

Dicen los relojeros que los hombres clásicos prefieren un Omega; que los 'señores', un Patek Philippe o cualquiera de alta gama; que los deportistas, un Breitling; que los que pretenden llamar la atención compran un Rolex; que los nuevos ricos se inclinan por el Hublot; que a los ricos de toda la vida les encanta Cartier; que los Audemars Piaget son para los que ven muchas revistas y un 'boom' desde que los llevan los consortes de las infantas, y que al ejecutivo moderno le chifla el último modelo Swatch.

El lujo del platino

La marca complementa a la persona, por eso, cuando el hombre tiene un estatus muy alto, lleva relojes muy importantes, pero discretos. La mayoría, de platino, que es un lujo que, de lejos, no se nota, pues parece de acero.

Las grandes marcas de relojes hacen en platino unos cuantos modelos que son el símbolo de la casa, porque el platino es lo máximo en relojes. Sólo quien lo lleva, y alguien muy cercano al mundo de la relojeros alcanzan en las subastas los precios más altos. No en vano fue la primera casa, en 1856, en dar cuerda manual a sus relojes a través de la corona (antes se hacía con la llave) y tiene la patente. Esta casa tiene, para algunos modelos, lista de espera, pues sólo hay 600 puntos de venta en todo el mundo y lo tiene todo vendido. Su fabricación anual no pasa de los 30.000 relojes, 30 veces menos que la casa Rolex, por ejemplo.

Pero el reloj es también un arma de seducción. Al menos para ejecutivos, diseñadores y financieros de las nuevas generaciones de todo el mundo industrializado. Las marcas les apasionan y tienen un modelo para cada ocasión y una correa para cada tiempo, porque la correa en el reloj es fundamental. Una pieza importante y de platino, siempre va con correa de cuero. Las de acero o las de caucho son para relojes deportivos, por aquello de que el agua no las estropee, porque la correa es algo delicado y con fecha de caducidad. El reloj también tiene su tiempo, pues no es lo mismo la mañana que la noche, como no es igual un modelo para ir a una fiesta que otro para participar en una regata.

Veánse los ejemplos del Rey y del Príncipe, entusiastas de los relojes que, sin proponérselo, han puesto de moda alguno modelos, porque hoy llevar el reloj que Don Juan Carlos utiliza para la Copa del Rey está al alcance de una gran mayoría.

Además, ya hay estuches y mecanismos especiales para guardarlos y para que no se paren. Don Juan Carlos, por ejemplo, tiene su propia 'rueda' para meterlos, el mismo sistema que utilizan las manufacturas relojeras, lo que les permite estar continuamente moviéndose para que no se paren.

Al Príncipe de Asturias le entusiasman los relojes y el día de la boda llevaba un Breitlinz, que, a tenor de los relojeros, al ser un modelo deportivo, no era el más adecuado para un tipo de ceremonia como esa. Algo de sentimental tendría ese reloj cuando Don Felipe lo llevaba. A la Reina, también le gustan y tiene varios modelos de alta gama, aunque últimamente se ha vuelto una forofa de los Swatch y sus originales modelos. Le encantan.

Eternos clásicos

Los años pasan volando pero las tradiciones permanecen. Qué lejos ha quedado aquel reloj 'de pedida', con malla de oro y 'de vestir' que tan elegantemente lució en su muñeca el caballero español de los 70.

Regalar un reloj al hombre por el compromiso matrimonial sigue siendo una tradición en muchas familias, incluida la Real, que, sin pretenderlo, pusieron de moda una marca determinada en el intercambio de obsequios que recibieron de las infantas en sus compromisos matrimoniales.

El tiempo pasa y los modelos varían, pero la moda relojera de alta gama sigue apuntando a modelos clásicos. Sin embargo, y como aseguran los relojeros, hay un sector de clientes a quienes les gusta 'picar' en los modelos de los diseñadores y firmas como Gucci, Versace, Armani, Dior, Calvin Klein o Hugo Boss, han sucumbido a los encantos del reloj y los han incorporado a su colección como un complemento más del vestir. Hasta la masculina revista del Play Boy ha patentado uno con su marca.

Hay relojes de todos los precios, pero las grandes marcas son caras. Por ejemplo, el modelo más barato de un Patek Philippe, cuesta de 7.000 a 8.000 euros. El más caro es el Stard Caliber 2000, que viene en una cajita con cuatro relojes que valen seis millones de euros.

Al alcance de cualquiera

Pero adquirir un buen reloj ya no es sólo un problema de dinero. Si los primeros clientes de los relojes Cartier de pulsera fueron en EE. UU. los Rockefeller, los Ford o los Wanderbilt, que pagaban en metálico, hoy una pieza de esta emblemática casa, o de cualquier otra, puede estar al alcance de quien quiera, porque hasta los relojeros han sucumbido a la venta a plazos.

Basta con extender varios talones a diversas fechas (forma bastante habitual en joyería), sacar la tarjeta de El Corte Inglés en tres plazos y sin recargo, o solicitar al Banco un crédito personal, (que está a la orden del día), para llevarse a casa el último capricho. Además, la incorporación de la mujer al trabajo ha generado un mercado de lujo muy importante, porque el reloj es un símbolo externo de elegancia. Ellas ya compran para ellos y son muy exigentes.


 



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