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En su obra “París en el siglo XX”, que finalmente fue publicada en 1994,
Julio Verne nos habla de un mundo puesto al servicio del dinero, donde la gente
viviría preocupada por las cotizaciones en la Bolsa, y la educación y la
tecnología no estarían al servicio del conocimiento sino de la acumulación
financiera.
Pero también se refiere al “telégrafo fotográfico”, que “permitía enviar a
cualquier parte el facsímil de cualquier escritura, autógrafo o dibujo, y
firmar letras de cambio o contratos a 10 mil kilómetros de distancia”. Y
describió que “la red telegráfica cubría ya la superficie completa de los
continentes y el fondo de los mares”.
El relato transcurre en París en el año 1963 y el protagonista es un joven
intelectual, Michel Jérôme, que malvive en una sociedad mecanizada, que le
tacha de inútil por amar la lectura y las lenguas clásicas. "No quiero talento,
quiero capacidades". Ese es el lema de los que triunfan y Michel no es uno de
ellos. Al ganar un premio por escribir un verso en latín es es abucheado
descontentos con el amor hacía la poesía clásica de su compatrito. A través del
resto de la novela, el joven trata de hallar un lugar dentro de la
industrializada e insensible sociedad parisiense de los años sesenta.Así de
pesimista se mostraba Verne ante el futuro y, viendo la situación en la que se
encuentran las humanidades en este fin de siglo, tampoco iba mal encaminado en
este punto. Sin embargo, por lo que verdaderamente llama la atención esta obra
es por la detallada descripción que se hace en ella de las transformaciones
producidas en la capital francesa. Según el autor de Viaje al centro de la
Tierra, los parisinos iban de un lado a otro de la ciudad en un ferrocarril
metropolitano formado por cuatro círculos concéntricos.
La gran ventaja de este medio de locomoción era que, al no tener locomotora,
las casas colindantes no tenían que sufrir ruidos o malos humos.
Al caer la noche, las farolas resplandecían en todas las calles, iluminando las
tiendas más suntuosas. Todo esto, claro está, lo imaginó varios años antes de
que sucediera. Y ahí no queda la cosa. El hombre que predijo los viajes a la
Luna, ideó un planeta cableado por el telégrafo, en el que se podían enviar
mensajes y fotografías por fax. Junto a todos estos adelantos beneficiosos
también había objetos tan escalofriantes como la silla eléctrica.
A pesar de que Verne terminó la obra en 1863, su editor, Jules Hetzel, se
negó a publicarla porque la consideraba demasiado negativa. Así que la
humanidad tuvo que esperar hasta 1994 para leer este auténtico prodigio de la
inventiva.
Un escritor prolifico
Verne nació el 8 de febrero de 1828 en Nantes (Francia). Desde muy pronto
siente inclinación por los viajes. Cursó estudios de leyes en París. En 1856
conoce a Honorine de Vyane, con la que contrajo matrimonio en 1857 tras
establecerse en París como agente de bolsa.
Entre 1848 y 1863 se dedicó a escribir libretos de ópera y obras de teatro. Su
primer éxito le llegó cuando publicó "Cinco semanas en globo" (1863) que
le valió un contrato que lo obligaba a escribir dos novelas de un nuevo estilo
cada año.
Fue un escritor al que le encantaban la ciencia y los inventos en el siglo XIX.
Documentaba sus aventuras y predijo acertando muchos de los logros científicos
del siglo XX. Escribió sobre cohetes espaciales, submarinos, helicópteros, aire
acondicionado, misiles dirigidos e imágenes en movimiento, mucho tiempo antes
de que aparecieran.
Entre sus libros se destacan Viaje al centro de la tierra (1864), De
la tierra a la luna (1865), Veinte mil leguas de viaje submarino (1870), La
isla misteriosa (1870) y La vuelta al mundo en ochenta días (1872). Autor
de más de ochenta libros que han sido traducidos a 112 idiomas. Sus obras han
sido llevadas al cine. En 1892 fue distinguido con la Legión de Honor. Falleció
el 24 de marzo de 1905.
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