Si ni siquiera la tibia calma de una playa paradisíaca lo convenció de apagar
su celular durante las vacaciones y hoy se siente distraído, irritable, cansado,
tiene dolores musculares, le cuesta dormir e incluso se le ha espantado la
libido, preocúpese. Podría estar sufriendo el síndrome de la “cabeza quemada”.
Esta patología fue detectada en 1974 por el siquiatra Herbert Freudenberger en
doctores y profesores, pero hoy se sabe que puede afectar a todo aquellas
personas que pasan muchas horas frente a un computador o toman decisiones
importantes. El factor común es que el empleo les quema las fuerzas, genera
agotamiento emocional y falta de realización.
El siquiatra Mario Quijada explica que algunos elementos que actúan como
combustible de este síndrome son “que la persona no esté trabajando en lo que
estudió; que tenga un ambiente laboral poco cómodo, agresivo o muy exigente; que
sea mal considerado en su trabajo o que no sea reconocido como miembro de un
equipo”.
Agrega que el problema de los “quemados” es que “no apagan el móvil ni
siquiera cuando están de vacaciones o ellos mismos llaman a la oficina para
saber si ha pasado algo. Nunca se desconectan”. La sicóloga María Isabel
Shoenfeld afirma que los candidatos predilectos de este mal -también llamado
“burn out”- son los obsesivos y perfeccionistas que no tienen claro cuáles son
los límites de sus funciones y quieren abarcarlo todo: “De ahí a la
frustración hay sólo un paso. Entonces comienzan a sentir que siempre están en
deuda. Trabajan muchas horas al día, el fin de semana no se desconectan y
siempre sienten que les falta algo por hacer”. Otro signo que los
identifica es que se aíslan socialmente, se pierden los eventos familiares y no
juegan ni escuchan a sus hijos porque están distraídos pensando en el trabajo.
Además han perdido la capacidad de divertirse o cuando comparten con amigos sólo
hablan de trabajo.
El problema de los “quemados” es que están “en estado de necesidad todo el
tiempo”, por tanto de poco sirve si tienen mucho o poco trabajo o si les cambian
de función para aliviarlos un poco, pues la sensación de estar consumiéndose no
se les acaba nunca. Con ese panorama, de nada les sirve ir a un spa o tenderse
al sol en una playa paradisíaca.
Para apagar el fuego de un “quemado” los siquiatras Shoenfeld y Quijada
recomiendan acudir a un especialista. "Tiene solución", afirman |