El trabajo científico necesita de inteligencia, creatividad, instrucción y
decisión. Como resultado de ello, la historia de la ciencia es siempre la de un
grupo selecto de individuos. Por desgracia, la historia de las mujeres en la
ciencia es aún más selectiva. Es, en su mayoría, la historia de mujeres
privilegiadas, con una situación que les permite instruirse y cultivar sus
intereses científicos a pesar de estar excluidas de las instalaciones educativas
y de las fraternidades formales e informales de los hombres de ciencia.
Hasta hace pocos años no se ha generalizado la educación de la mujer y a pesar
de ello, en todas las épocas han sobresalido mujeres. En no pocas ocasiones el
trabajo de estas mujeres corría el peligro de ser atribuido a sus colegas
masculinos. Los problemas de identificación de autor se han complicado por la
pérdida del apellido de algunas mujeres al casarse, o por la utilización de un
pseudónimo masculino que garantizase que el trabajo fuese tomado en serio.
Estas mujeres tuvieron, en general, grandes dificultades para ganarse la vida
con su trabajo profesional. Por ejemplo, Sofía Kovalevskaya sacó un
título "in absentia" en la Universidad de Göttingen con una brillante tesis
sobre ecuaciones diferenciales, pero no se le permitió dar clases que no fuesen
de párvulos, hasta que fue admitida como profesora de Matemáticas Avanzadas en
la Universidad de Estocolmo. O Emmy Noether, de la que dijo D. Hilbert en
Göttingen en 1914, "no veo por qué el sexo de la candidata es un argumento
contra su nombramiento como docente. Después de todo no somos un establecimiento
de baños."..." (*)Hoy es difícil analizar la evolución de la informática
y de los sistemas de computación sin valorar la enorme contribución que un buen
puñado de matemáticas realizaron sobreponiéndose a las trabas y a los obstáculos
derivados de su condición de mujer
Reproducido de Género y Matemáticas. De Lourdes
Figueroa, María Molero, Adela Salvador y Nieves Zuasti. |