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Un pesebre gigante ilumina la Navidad en la Mitad del Mundo:
Ecuador |
Un pesebre gigante, formado por cinco estructuras metálicas fundidas
de luces y colores, ilumina la Navidad desde la Loma del Panecillo,
en el centro de Quito. |
Agencias - Los tres Reyes Magos parecen
caminar por la Loma del Panecillo para acudir al pesebre, vigilado
celosamente por José y la Virgen María.
Melchor, Gaspar y Baltasar han sido construidos con grandes
estructuras metálicas de unos 25 metros de altura, al igual que
José; el pesebre protege a Jesús, quien sólo deja asomar su aureola;
mientras la Virgen contempla al Hijo de Dios.
La Virgen María es una réplica gigante de una escultura del siglo
XVIII elaborada por el artista quiteño Bernardo de Legarda,
reproducida en aluminio en 1976 por el artista español Agustín de la
Herrán Matorres y donada a Quito por España.
La loma, donde se construyó el pesebre gigante, está a tres mil
metros sobre el nivel del mar y su nombre se debe al gran parecido
que tiene con un pan pequeño.
El Panecillo por sí mismo tiene magia, porque en la época incaica
era un sitio de adoración al Dios Sol, y por eso en su cima se
conserva un templo indígena, custodiado por la Virgen de Legarda.
Cuando cae la noche, el pesebre enciende sus miles de luces sobre un
telón azulado del cielo quiteño y se dibujan las figuras de los
Reyes Magos, el pesebre, María y José.
El pesebre, además, tiene el poder de atraer la mirada de la gente
desde cualquier parte de la ciudad.
Desde el sur de la capital se ven las grandes cabezas de los Reyes
Magos, mientras que desde el norte se puede observar al pesebre
donde se encuentra Jesús, un José pendiente del niño, y la Virgen
María contemplativa.
Cientos de familias visitan todas las noches el pesebre y se ubican
en lugares precisos para disfrutar tanto de las figuras navideñas
como del paisaje de la ciudad desde lo alto del cerro.
La Navidad, en lo alto del Panecillo, se celebra con "La Novena",
nueve días de cánticos y plegarias para el Niño Jesús que efectúan
los padres oblatos con hombres, mujeres y niños que van de
peregrinos hasta el pesebre.
Esta peregrinación llena de fe y ritos en lo alto del Panecillo
contrasta con el bullicio y la agitación de los capitalinos en los
centros comerciales y supermercados donde esperan comprar sus
regalos.
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