Nacho Escolar - Lo siento. Aunque soy socio de
la SGAE, como todo músico que haya grabado un disco en España, no creo que
ustedes, los consumidores, sean inconscientes ni que su lástima hacia los
manteros que malviven vendiendo discos copiados sea falsa, como asegura la
discográfica “Vale Music” en
la contraportada de un disco titulado “Contra la piratería”.
El CD presenta a “14 grupos que, por culpa de la piratería, no han podido
mostrar su talento al público, porque como es evidente, nadie puede arriesgar
nada por algo que, sin ningún tipo de compasión, a tan sólo minutos de estar a
la venta en un punto oficial, va a estar tirado por los suelos para lucrar a las
mafias”. Si estos grupos son demasiado arriesgados como para que merezca la
pena invertir en ellos por culpa de la piratería, ¿quién ha financiado el
disco?: la
Fundación Autor, la SGAE. Por eso les pido disculpas. Porque mi dinero
también ha pagado esos insultos.
Esta entidad de gestión aprobó en el año 2002 un “ambicioso
plan contra la piratería”. Para “hacer frente a esta práctica ilegal”,
acordó descontar un 0,51% extra de los ingresos de los músicos durante el 2002 y
un 0,72% durante 2003 y 2004 para convencer con ese dinero a la opinión pública
y a los políticos. Teniendo en cuenta
los ingresos de la SGAE, el presupuesto de este lobby rondará en tres años
los cinco millones de euros.
Lo siento, pero ni siquiera me pude oponer. Aunque ese canon antipiratería lo
pagamos todos los autores por igual, sólo unos pocos lo aprobaron. La democracia
de la SGAE sólo permite votar a los que alcanzan un determinado nivel de
ingresos y, además, reparte hasta cinco votos por persona dependiendo de cuánto
dinero mueva cada autor.
Más del 90% de los socios no alcanza el mínimo anual necesario para votar. Y
entre los pocos que deciden, los votos no valen igual.
¿Les parece perverso? “Lo más perverso es que está cuajando la sensación
de que la música es gratis. Y la música gratis es imposible. Cuesta mucho
hacerla, grabarla, editarla, empaquetarla, promocionarla, distribuirla y
venderla...”, asegura Vale Music en su disco. Tiene parte de razón. Su
música no es gratis. Pero la Red está llena de creadores que
se sienten
pagados sólo con que alguien los escuche. La Música, con mayúsculas, es
anterior a las discográficas y sobrevivirá cuando ellas ya no estén.
Además, que la música sea gratis para ustedes, los consumidores, no significa
que los artistas no podamos ganar dinero con ella. La televisión también es
gratis y eso no impide que sea un gran negocio. Los músicos tenemos
los
conciertos.
En la era digital, el coste de una copia tiende a cero. La distribución vale
cero. El empaquetado no es necesario pues no hace falta ningún celofán para
envolver los bits. La promoción cada vez es más barata y pronto se podrá
sustituir por el boca a boca de Internet. Los costes de grabación se han
reducido porque la creación musical ya es casi un arte tan democrático como la
literatura: basta con un ordenador y talento.
¿Y el talento? El talento es escaso, dice la industria fonográfica. El
artista es un ser tocado por la mano de Dios, de la musa, de la inspiración. Un
ser único y sensible; uno entre millones. Sin embargo, desde que la tecnología
permite a cualquiera acceder a la distribución y a los medios de producción, se
ha vuelto obvio que el talento no sólo no es escaso: es muy abundante. Existen
toneladas de talento compitiendo por la atención del público en forma de blogs,
de software libre, de música libre, de literatura, de arte...
El talento era escaso porque la escasez es el modo más eficaz para garantizar
los máximos beneficios para los intermediarios. Las discográficas mantenían
artificialmente el precio del talento por las nubes controlando la producción,
discriminando quién era artista y quién no. ¿Cuántos grandes creadores ha
perdido la humanidad porque algún ejecutivo discográfico decidió que aquello no
interesaría a nadie? Muchos más que esos
14 grupos que
la Fundación Autor ha rescatado de las fauces de su propio monstruo.
“Y por tanto, la cultura va muriendo” Lo que está muriendo no es la
música, es la industria fonográfica. Lo peor para las discográficas es que la
piratería no es el problema, es el síntoma de un problema mayor: la tecnología.
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