Agencias - En su nuevo libro, "French Women Don't Get Fat" ("Las mujeres
francesas no engordan"), Mireille Giuliano revela los secretos de las
francesas para mantenerse delgadas y en forma sin privarse de lo que les gusta y
sin sentirse culpables por ello.
Primero que todo, Giuliano aconseja que las mujeres se deshagan de todos sus
libros de dieta diciendo: "Con toda probabilidad se van a salir de su Zona
(refiriéndose a la "Dieta de la Zona"), se van a caer de su pirámide (aludiendo
a la pirámide nutricional) y van a perder cuenta de las calorías". La
escritora piensa que las dietas Atkins, South Beach y otras promueven
"extremismos insostenibles" y aconseja que, en su lugar, las mujeres imiten "la
relación balanceada y más que probada que las francesas sostienen con la comida
y con la vida".
Cuando tenía 18 años, Giuliano pasó un año entero como estudiante de intercambio
en Weston, Massachusetts, y aumentó 20 libras. De regreso en Francia, su padre
comparó su apariencia con un saco de papas y su familia prontamente recabó la
ayuda de un doctor para ayudarla a perder el peso.
Pero ellos no recurrieron a un médico cualquiera, Giuliano lo llama el "Dr.
Milagros". El galeno le dijo que ella podría perder su peso fácilmente siempre y
cuando siguiera unos cuantos principios básicos, los mismos que ahora forman la
base de las recomendaciones de la escritora.
El primer paso es tomar conciencia. Durante tres semanas uno deberá llevar un
diario de todo lo que come para poder determinar todo lo que parezca excesivo.
Giuliano aconseja que se identifique todo aquello que se disfruta más, así como
las cosas sin las que se podría vivir o, en su defecto, que se podría comer
menos de ellas. En segundo término está el desintoxicar el sistema ingiriendo
nada más que "sopa mágica de puerros" (entre las recetas que se proveen en su
libro) durante un fin de semana completo.
Este diario de comidas, como bien saben los veteranos de hacer dietas, no es un
concepto nuevo. De hecho, la mayoría de las recomendaciones de Giuliano no son
nuevas; son consejos con sentido común presentados en un acento francés.
Por ejemplo, la escritora aconseja enfáticamente que se tome mucha agua, que se
reduzca el tamaño de las porciones y que se haga bastante ejercicio
(especialmente, caminar). Nada revolucionario que digamos. Algunos de sus
consejos, sin embargo, parecerán completamente imprácticos para las mujeres
americanas de hoy día, especialmente aquellas que, contrario a Giuliano, no
vivan en ciudades grandes, no sean directoras de grandes empresas ni estén
casadas con exitosos presidentes de universidades.
Entre estos consejos se encuentran: no hacer varias cosas a la vez mientras se
está comiendo, sino hacer de cada comida un ritual y consumir alimentos
solamente sentada a la mesa (a propósito, la autora no tiene hijos). "Nunca
coman directamente de los paquetes o envoltorios", también advierte "usen
platos de verdad y servilletas de tela. No miren el televisor ni lean el
periódico mientras comen. Concéntrense sólo en lo que están ingiriendo y oliendo
mientras saborean cada bocado".
En un capítulo dedicado a los placeres del vino, la autora declara que "si has
abierto una botella de vino, probablemente no te sientes a comer frente al
televisor". Interesante deducción.
Giuliano también aconseja que se cocine simplemente. Ve a la plaza del mercado,
recomienda, toma champán con las comidas (Giuliano es CEO de una productora de
champán de primera categoría) y usa el caviar para aderezar las papas en caso de
que se te presente visita de sorpresa y tengas que preparar una comida. Otro
consejo es que las mujeres preparen su propio yogur y su propio pan o que
ordenen chocolates Valrhona por la Internet en caso de que no haya tiendas de
comidas gourmet en el área donde residan.
En fin, es como recibir los consejos de Martha Stewart con un toquecito de Zsa
Zsa Gabor.
No obstante, los fundamentos del mensaje de Giuliano tienen mucho sentido: come
lo que te guste, pero sírvete menos; no vivas pegada al sofá ni al televisor y
mueve el esqueleto; y no te recuestes de la última dieta de moda para sentirte
culpable o mal contigo misma.
"A fin de cuentas, lo único que nos separa a las francesas y a las americanas
es la inercia", afirma Giuliano. El efecto neto de su plan es "una
sensación de satisfacción y jamás una de privación".
Y en cuanto a las habilidades para atarse un pañuelo al cuello con caché, bueno,
tal vez ese secreto lo revele en su próximo libro. AP |