El fiscal general de California, Bill Lockyer, declaró la guerra a las patatas
fritas cuando llevó a juicio a nueve gigantes de la comida rápida en un caso que
podría tener grandes consecuencias para la industria alimentaria y, en última
instancia, la salud del país.
El argumento de Lockyer es que estas compañías -Frito Lay, Kentucky Fried
Chicken, McDonald's y Wendy's, entre otras- están obligadas, por ley, a advertir
a los consumidores de que las patatas fritas contienen una cantidad muy elevada
de acrilamida, un producto potencialmente cancerígeno. El fiscal se apoya en una medida que aprobaron los votantes de California en
1986 y que requiere que los comerciantes avisen a sus clientes antes de
exponerlos a sustancias que puedan resultar peligrosas.
Y así, California cree que la industria alimentaría tiene la obligación de
alertar sobre los peligros derivados del consumo de esta sustancia, presente
desde 1990 en la lista de carcinógenos elaborada por este estado.
La acrilamida se forma al freír, tostar u hornear a altas temperaturas los
alimentos con almidón, como las patatas o el pan.
La propuesta se basa en investigaciones recientes que muestran que el producto
-que se usa comúnmente para el tratamiento de las aguas residuales, entre otras
aplicaciones- daña el material genético de las células y, según mostraron
estudios de laboratorio, induce tumores en ratas.
Basándose en datos del departamento de California que evalúa los riesgos para la
salud, la demanda indica que los consumidores de patatas fritas (las calientes)
tienen 125 veces más acrilamida del recomendado, mientras en el caso de los
consumidores de patatas fritas de las de bolsa este nivel es 75 veces superior.
Esta sería la segunda vez que California obliga a colocar etiquetado de
advertencia en alimentos.
El otro producto sobre el que advierten los supermercados californianos es el
mercurio, presente en algunos pescados.
La medida de Lockyer no es baladí, ya que se trata del estado con la economía
más abultada del país (representa el 13,5 por ciento del producto nacional
bruto), el más poblado y uno que suele sentar precedente, además, en cuestiones
relacionadas con el medio ambiente y la salud.
Por si esto fuera poco, la medida llega en un momento en el que el público
estadounidense está más sensibilizado que nunca sobre las consecuencias de
ingerir comida rápida, alertados en parte por el premiado documental "Super Size
Me".
Dicha producción narra el particular descenso a los infiernos de su director
tras alimentarse exclusivamente a lo largo de un mes con menús de McDonald's.
Como era de esperar, la industria de la los restaurantes se opone a una medida
que en su opinión no está justificada y asustará innecesariamente a los
consumidores, y sus representantes han llegado a recordar que la acrilamida ha
estado presente desde que el hombre cocinaba con fuego.
"Estás desinformando a la gente si colocas una advertencia en las patatas
fritas, pero no en una simple patata", dijo Michele Corash, abogada de San
Francisco que representa a varios acusados.
La cuestión es que las patatas fritas que sirve McDonald's no son las únicas
peligrosas.
También las patatas que fríe la abuela son, de acuerdo con este argumento,
cancerígenas, y más incluso: según el diario "The New York Times", una ración de
patatas al horno hecha en casa contiene 54,4 miligramos del producto químico,
frente a 40,3 miligramos por la de los restaurantes.
Mientras tanto nadie, ni siquiera Lockyer, le quita mérito a la patata en sí, el
alimento más consumido en los restaurantes del país según la consultora NPD
Group.
"No estoy diciendo que no haya que comer más patatas fritas -dijo Lockyer-. Sé
por experiencia personal que, a pesar de que este alimento no es,
necesariamente, parte de una dieta saludable, están muy ricas". Y tanto. |