Agencias - Un año más, la costumbre que obliga a las mujeres
niponas a regalar chocolate a sus novios, jefes y colegas laborales por San
Valentin se ha impuesto, aunque con mayores recelos que nunca y augurando una
futura rebelión dulce en Japón.
El 14 de febrero es un día esperado por los hombres en Japón, pues quien más y
quien menos tiene una compañera o subordinada en el trabajo que mañana se
desvivirá para hacerles llegar su “aprecio” en forma de bombones, pastelitos o
caramelos de chocolate.
Se trata del “guiri-choco”, el “chocolate por compromiso” que se entrega
en esta celebración importada desde Occidente y que muestra el amor sobrehumano
de los japoneses por el consumismo, venga de donde venga y aunque suponga una
dolorosa experiencia para los bolsillos, en este caso los femeninos.
Estos días podían verse en cualquiera de los grandes almacenes de Tokio
departamentos especiales para la venta de chocolate, en torno a los que se
formaban colas interminables de señoras y señoritas.
Sólo por el semblante mostrado durante la compra y el dinero gastado se podía
adivinar con seguridad si el destinatario de los bombones o chocolatinas era el
jefe avinagrado, el colega cotilla y chivato, el recién adquirido novio o el
marido aburrido cuyos únicos intereses pasan por el sake, el sumo, el béisbol e
internet.
El año pasado, las mujeres japonesas se gastaron en los “guiri-chocos” de San
Valentín cerca de 53,000 millones de yenes, esto es, unos 450 millones de
dólares, el doble que en 1980.
Los más beneficiados fueron las empresas chocolateras que en estas fechas hacen
su “agosto” y las firmas que exportan a Japón ese dulce, con Ghana a la cabeza
(41,670 toneladas en 2004), seguida más lejos de Ecuador (5,772 toneladas) y
Venezuela (3,776 toneladas).
Es en esta situación en la que está cuajando la que puede ser en años próximos
la futura revolución de Japón, una manifestación más de la creciente
independencia de las mujeres en este país, cada vez menos deseosas de verse
supeditadas a los varones.
Según una encuesta difundida hoy por el proveedor de información por internet
iBridge Corp., un 70% de las mujeres que trabajan en empresas preferirían que no
existiera la costumbre del “guiri-choco” en San Valentín con jefes y compañeros
de trabajo.
Un 42% de las mujeres entrevistadas afirman que hacen esos regalos simplemente
“como una forma de comunicación” y otro abultado 40 por ciento porque es “una
costumbre anual”.
Eso sí, en ninguno de los dos grupos se ve entusiasmo alguno en llevar a cabo
esta práctica tan gravosa para los monederos, con un gasto que demanda a cada
mujer una media de 40 dólares para los jefes y colegas, y entre 25 y cien más si
hay novio de por medio.
Pese a las protestas, un 47% de las mujeres consultadas dicen que llevan
preparando las compras para el 14 de febrero desde hace días e incluso un 26 por
ciento comenzó el acopio de chocolate una semana atrás.
aunque un 49% de los hombres también consultados en esta encuesta señalan
condescendientes que no se sienten “aludidos” por esta costumbre, sin embargo,
un 88% de ellos aseguran que se comerán todo el chocolate que les regalen.
Ante este desprecio altivo, no es de extrañar que un 58% de las mujeres que
regalan el “guiri-choco” se sientan “infelices” o incluso “sumamente
desgraciadas” por tener que hacer ese esfuerzo.
En otra muestra de este desagrado creciente a regalar chocolate a hombres de los
que pocas prebendas se pueden recibir, las mujeres niponas están orientando sus
ansias consumistas por otras vertientes.
Por ejemplo, este año se han hecho famosas las escuelas para preparar regalos de
chocolate de San Valentín destinados a mascotas, especialmente perros, con
pasteles que hacen furor sobre todo en las sufridas amas de casa, que ya esperan
más atención de sus peludos amigos que de sus maridos.
Los pasteles tienen forma de hueso, miden entre 15 y 10 centímetros y llevan un
mensaje de amor que ya quisieran muchos cónyuges.
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