Una historia ligada a la evolución de la
informática
"A los tres años --se ha asegurado-- Kevin
podía adivinar de oído la combinación de un número telefónico; a los 10,
leía manuales de la compañía de teléfonos; a los 13 se había hecho de una
novia que trabajaba de operadora en la central de Hollywood y lo dejaba
entrar a monitorear conversaciones, como hacían decenas de empleados
aburridos, por el puro placer de escuchar a Farrah Fawcett darle en la punta
de la nariz a Burt Reynolds; a los 15 colgaba diablitos a lo largo y ancho
de las redes informáticas".
Desde los 17 años, Mitnick había destacado por su habilidad informática,
cuando tuvo problemas serios por meterse a las computadoras del Centro de
Control del Mando de la Defensa Aérea de los Estados Unidos. No abandonó
tales costumbres y a comienzos de 1995, a sus 31 años, las incursiones de
Mitnick por "cuentas corrientes, redes de teléfonos celulares y bases de
datos de bancos, universidades y centros oficiales eran continuas, pero su
obsesión principal era demostrar sus capacidades y probar que no había
cerradura informática que se le resistiese".
Hasta que encontró la horma de sus gazapos. El día de Navidad de 1994 Kevin
Mitnick pudo meterse, a distancia, a la computadora personal de Tsutomu
Shimomura, investigador del Centro de Superordenadores de San Diego
y especialista en protección de datos informáticos. El intruso desbarató
archivos, robó varios programas y dejó a Shimomura con una sensación de
intimidad transgredida y desafío profesional. Por si fuera poco, Mitnick
comenzó a burlarse de él: le enviaba mensajes altaneros por el correo
electrónico e, incluso, le dejaba recados burlones en la contestadora
telefónica.
Shimomura, de 30 años, a quien la prensa describió como "físico de
ordenadores con gran prestigio como especialista internacional", comenzó
a recoger indicios del paso del ladrón a través de la superautopista
informática y elaboró un programa capaz de localizar movimientos de un
teclado sospechoso. Así, dio con la ubicación de Mitnick en un departamento
en Raleigh, Carolina del Norte, en donde el transgresor informático fue
detenido por el FBI.
Para entonces Mitnick, que ha sido considerado como el criminal cibernético
más buscado, había robado software de compañías de telefonía celular,
causando pérdidas por varios millones de dólares debido a daños en las
operaciones de computadoras. El día de la audiencia judicial, los dos
expertos se conocieron cara a cara y Mitnick reconoció la capacidad de su
oponente en un rasgo de sinceridad: "Hola Tsutomu. Reconozco tus
movimientos".
Pero la historia no terminó allí. Las habilidades de Mitnick encontraron
admiración y aplauso en millares de usuarios de la Internet que festejaron
su audacia técnica, junto con el espíritu casi justiciero que parecía haber
en su insistencia para burlarse de grandes corporaciones cuyos secretos
informáticos transgredía.
Pero con más distancia respecto de las pasiones
desatadas en el espacio cibernético, el profesor de Derecho Penal de la
Escuela John Jay de Justicia Criminal, Edward Shaugnessy, declaraba
entonces a un diario neoyorquino: "Alguna gente siente un placer indirecto
cuando descubre a alguien que hace algo malo o peligroso". Y recordaba esa
publicación, que "a Estados Unidos siempre le han encantado los fugitivos
inteligentes, ya fuera Jesse James cuando robaba los trenes del Antiguo
Oeste, o Bonnie y Clyde con sus asaltos a bancos durante la Gran Depresión".
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