El "outsourcing", la contratación de determinados trabajos o
servicios a otros países, está en boca de todos en una región que se esfuerza
por mantener su lugar en la cúspide desde la que lideró el "boom" de internet, a
finales del siglo pasado.
El fenómeno, por supuesto, no es nuevo. Pero a diferencia de las
transferencias del pasado, cuando los empleos afectados se encontraban en el
sector manufacturero, en este caso se trata de trabajos altamente cualificados,
como programadores de software.
Y así, los habitantes del valle observan con alarma cómo el
porcentaje de empleos transferidos a India o Pakistán (uno de cada seis) es el
más elevado del país (uno de cada diez es la media nacional), según un estudio
reciente de la Universidad de Berkeley.
Es difícil encontrar una empresa que no exporte trabajos en su
afán por reducir costes y ahorrarse los abultados salarios en Silicon Valley,
donde los precios son un 47 por ciento más elevados que en el resto del país.
Hewlett-Packard, una de las compañías más emblemáticas de la
zona desde que arrancó en un garaje de Palo Alto, en el corazón del valle, tiene
una plantilla de 8.000 personas en la India. Cisco, líder mundial en equipos de
red, con sede en San José, emplea a 600 personas en aquel país.
Mientras Oracle, el gigante de las bases de datos, ha doblado su
plantilla en la India desde 2002, y ahora emplea a 4.200 personas en este país,
según los datos del "San Francisco Chronicle".
Nadie sabe a ciencia cierta cuántos trabajos se han exportado
ya, y las estimaciones varían en dependencia de la fuente consultada.
Forrester Research, una consultora especializada en tecnología,
estima que el número de empleos transferidos a otros países a finales de 2002
era de 300.000 en todo el país.
La consultora predice que para 2015 se alcanzarán los 3,3
millones, una cifra que pone los pelos de punta en Silicon Valley, que perdió
unos 202.000 puestos de trabajo desde el segundo trimestre de 2001, cuando
la región vivía un gran "boom" económico impulsado por las empresas de internet,
hasta mediados de 2003.
Además de los programadores, los investigadores de Berkeley
elaboraron una lista de 37 ocupaciones que podrían convertirse, si no lo son ya,
en objeto de exportación.
En la lista se encuentran los técnicos radiólogos (los que
interpretan las radiografías), o los administrativos que procesan las querellas
de las compañías de seguros. La lista podría incluir a todos los trabajos que se
hacen a través de internet y que no requieren contacto social.
"Cuando puedes contratar a personas con talento por un 20 por
ciento menos", señala Carol Bartz, presidenta de la firma de software Autodesk,
"no se trata de enarbolar la bandera de EEUU, se trata de hacer lo correcto para
la compañía".
Sin embargo, cada vez más economistas critican la obsesión de
las empresas para reducir costes y prevén un pronto final a esta tendencia.
El asunto, objeto de debate en un año de elecciones, llegó la
semana pasada al Senado estadounidense, que aprobó una medida para prohibir a
las compañías con contratos federales que exporten trabajos fuera del país.
En Silicon Valley, el fenómeno se vive con gran preocupación. A
lo largo de las tres últimas décadas, el corazón de la tecnología de EEUU se ha
volcado sucesivamente en la industria
militar, la de los semiconductores, ordenadores personales, microprocesadores y,
por último, el comercio electrónico e internet.
Ahora, muchos creen que la industria biomédica (la que combina
el software con la biotecnología), que salió más o menos ilesa de la crisis que
se produjo cuando estalló la "burbuja" internet, podría tomar las riendas de
esta recuperación. Pero todo son conjeturas. |