El periodista mexicano Naief Yehya explicó que en menos de
una década la red ha modificado el ejercicio de la sexualidad en millones de
personas, convertido en práctica común la masturbación y facilitado la
proliferación de grupos con gustos sexuales afines pero minoritarios como el
snuff o el pony-porno.
Afincado en EE.UU., Yehya, también crítico de cine, acaba de publicar el libro
“Pornografía: sexo mediatizado y pánico moral” (Plaza y Janés, 2004), una
historia crítica de la pornografía en la que reflexiona, entre otras cosas,
sobre el futuro de ésta en internet. Yehya recordó que antiguamente el arte
erótico estaba encerrado en los espacios de la alta burguesía y la gente no
tenía acceso a ello, pero hoy está plenamente integrada en nuestras vidas.
“La pornografía surge como cultura cuando, aterrorizados por la idea de que
el pueblo iba a adquirir este conocimiento, se desata el pánico moral: va a
destruir a la sociedad, va a acabar con nosotros. (La pornografía) es producto
de la tecnología también”, indicó. “Si en el siglo XV la imprenta sirvió
primero para publicar biblias, poco después se imprimieron libros libertinos,
con estampas, que con el tiempo y el abaratamiento de los costes de impresión
fueron pasando a las clases más bajas”.
“El florecimiento pornográfico llegó con la Revolución Francesa, afirma Yehya,
cuando se representaba al rey, a la reina, al clero, en situaciones sexuales,
siendo sodomizados, felando animales y defecando en público, con la idea de
humillar a esos personajes poderosos”.
“Poco después la intención política de la pornografía se fue perdiendo y se
empezó a explotar únicamente la vertiente sexual. La gran crisis de la
pornografía llegó a partir de 1995 cuando internet rompe fronteras y el mundo de
la comunicación se transforma”, recuerda Yehya. “Afloraron las filias,
grupos con tendencias sexuales minoritarias que, si antes creían inconfesables
sus aficiones, ahora encuentran con ayuda de internet a personas que comparten
los mismos gustos que ellos”.
“Es muy prometedor pero tiene un castigo implícito al saber que tus pasos en
internet van dibujando tu historial personal, vas recorriendo tu diario
erótico”, relata el escritor, quien advierte que los riesgos de
estigmatización y destrucción social persisten si alguien da con el rastro de un
cibernauta.
“Este es un nuevo espacio de pánico moral, globalizado, enorme, que nos va a
llevar obviamente a una gran cruda (resaca) planetaria de la pornografía en el
sentido de que va a haber que buscar cómo recensurar y volver a empezar”,
añadió. Para Yehya la primera gran aportación de internet a la sexualidad ha
sido el sexo sin contacto, que permite recluirnos en la intimidad y no por ello
perder los espacios sexuales.
El escritor considera que igual que la pornografía ha aprovechado internet, este
medio se ha servido del porno para atraer un público que quiere representaciones
sexuales más abundantes, más baratas y más extremas. Para Yehya la red es hoy un
espacio maravilloso, interactivo, un aspecto en el que supera a la televisión y
la fotografía, que vive de ofrecer a millones de cibernautas una promesa sexual
idílica, un más allá que apunta a que lo que viene es más grueso (impactante).
“Internet se ha convertido en el medio más prometedor para la pornografía,
añade, lo que conlleva una sexualidad física más al límite, más exigente y con
nuevos estándares, especialmente entre los jóvenes, agregó. No piden, no quieren
tener sexo porque están satisfechos en permanencia con sus monitores. La
masturbación se ha multiplicado y ha multiplicado sus espacios”.
|