El influyente teleevangelista Jerry Falwell alertó semanas atrás sobre
“la inminente muerte de la Navidad ante el asalto de los izquierdistas y
humanistas” entre quienes se cuentan la Unión Americana para las
Libertades Civiles (ACLU)”.
La ACLU y otras organizaciones que defienden los derechos civiles sostienen que
el despliegue en predios gubernamentales y escuelas públicas de símbolos
religiosos —que en diciembre acompaña a la celebración de la Navidad, pero
también a la festividad judía de Januka— viola la separación entre Iglesia y
Estado estipulada por la Constitución de EU.
En un país formado por corrientes de inmigrantes de todo el mundo, en realidad
diciembre tiene mucho más que la Navidad y Januka incluye la
celebración budista de Bodhi, el solsticio invernal que importa a los
paganos, ocasionalmente el final del mes sagrado musulmán de Ramadán, y
la festividad de Kwanzaa creada por los negros norteamericanos.
Durante años ACLU y algunos grupos muy irritados por la instalación de pesebres,
estrellas de David o candelabros en predios gubernamentales, y la celebración de
estas festividades en las escuelas públicas, han iniciado querellas judiciales
que han transformado el espíritu festivo y el jolgorio infantil en un campo de
batalla de abogados.
La festividad dominante es, por supuesto, la Navidad, y por eso ha estado en el
centro de la mayoría de estas controversias.
En Kirkland, estado de Washington, en una escuela pública se canceló una
representación teatral de Un villancico navideño de Charles Dickens, porque
podría ofender a los estudiantes no cristianos.
En Denver, Colorado, se prohibió que los miembros de una iglesia cantaran
villancicos navideños e himnos religiosos durante el desfile anual de la ciudad.
En Maplewood, New Jersey, se había prohibido que la banda y el coro de una
escuela secundaria tocara música navideña. Esta presión llevó a muchas
escuelas a erradicar algunos símbolos religiosos por temor a acciones legales.
Los establecimientos incluso están usando eufemismos como “árbol de vacaciones”
en vez de árbol de Navidad.
“Aparentemente, el empuje secularizador ha ido demasiado lejos”, dijo
Kimberly Winston, del sitio BeliefNet de internet.
“Este año, se han juntado grupos que en poco están de acuerdo para hacer que
vuelva a celebrarse la Navidad en las escuelas públicas”, dijo. Alentados
por la victoria de Bush, los cristianos más conservadores han iniciado, incluso,
una batalla legal en defensa de sus postulados religiosos, como en Texas, donde
un niño fue autorizado a repartir mensajes relacionados con Cristo a sus
compañeros, sólo después de que sus padres ganaran una batalla judicial. Estos
grupos incluyen desde cristianos conservadores, a miembros de otros
credos, y aun personas y grupos que no tienen una creencia religiosa pero están
indignadas por la forma en que estas fiestas se han convertido en un festival de
consumismo en Estados Unidos. No al consumismo
“La Navidad marca el clímax de la zafra de los comerciantes”, indicó
Conrad Goeringer del grupo Ateos Estadounidenses. “Los minoristas a
menudo hacen casi la cuarta parte de su negocio anual en estas fechas”.
“Mucho del frenesí por comprar y regalar que marca la temporada navideña
tiene sus raíces en ritos y prácticas paganas”, agregó. “Podemos
agradecerle a los antiguos por casi todo desde el arbolito navideño hasta la
idea de dar y recibir obsequios”.
Richard P. Bucher, pastor de la iglesia luterana de Nuestro Redentor,
en Lexington (Kentucky), opina que se ha exagerado mucho la coincidencia de
la celebración del nacimiento de Jesús en la fecha del solsticio de invierno que
era una festividad pagana.
“Y si bien nada hay de malo en que usemos algunas de las tradiciones
invernales, hay que mantenerlas en perspectiva y permitir que ellas oculten la
celebración del nacimiento de Cristo”, añadió.
Y entre quienes proponen un retorno fiel a la celebración de la Navidad, se
cuentan grupos que ven en el recuerdo del nacimiento de un niño pobre en un
pesebre en Belén, hace unos 20 siglos, un argumento contra el consumismo.
La organización
XmasResistance y grupos similares en Europa y Australia sostienen que
“las compras navideñas son ofensivas y suntuarias”.
“La comercialización de Navidad es un engaño que beneficia a los fabricantes,
los comerciantes y las grandes empresas, mientras que empuja a los individuos a
endeudarse”, afirman
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