Agencias - "Mucha gente supone que sus vidas son
demasiado rutinarias, muy burocratizadas, y se sienten constreñidas por las
instituciones", comentó Lori Holyfield, socióloga de la Universidad de
Arkansas que ha estudiado la gente que busca experiencias límite como la
escalada de rocas en sitios remotos. "No buscan un peligro real, sino la
sensación de estar cortejándolo".
Pero suelen encontrar más de lo que buscan. Una sesión de piragüismo en Costa
Rica en 1996 dejó a seis participantes con leptospirosis, una enfermedad grave
que puede desembocar en el colapso de órganos. Es causada por agua contaminada
con orina de roedores.
Un brote de esa enfermedad ocurrió en el 2000, cuando más de un centenar de
personas de todo el mundo compitieron en una prueba de resistencia llamada
EcoChallenge en Malasia. Al principio, los médicos no podían concluir sus
diagnósticos debido a la cantidad de posibilidades: los competidores habían
nadado en ríos, se habían deslizado en el interior de cuevas tapizadas con
excrementos de murciélagos y habían marchado por selvas donde medran las moscas
tsetsé y los mosquitos de la malaria.
Los cazadores y pescadores aventureros también tienen de qué preocuparse. Hace
algunos años, tres cazadores de Wisconsin contrajeron triquinosis ingiriendo la
carne de un oso que habían cazado en Alaska. La carne de oso suele estar llena
de parásitos.
Una que otra vez, las enfermedades exóticas contribuyen a mejorar la salud
pública. El germen ciclospora, recientemente asociado a frambuesas de
Centroamérica, fue identificado por primera vez a principios de la década del 90
en participantes de una expedición a elevada altura que se enfermaron comiendo
lechuga.
"Estamos muy agradecidos a los exploradores y al laboratorio y la gente de la
clínica en Nepal", dijo Tauxe.
Pero además de estos gérmenes, hay riesgos más mundanos: los accidentes son la
causa principal de problemas médicos que afectan a los viajeros, dijo el Dr.
Michael Zimring, director del Centro para la Medicina Silvestre y de Viajes en
el Centro Médico Mercy en Baltimore.
El Dr. Ben Koppel, director médico de Medex Assistance, una firma de seguro de
viajes con sede en Baltimore, dice que hubo que hubo que evacuar en avión a una
mujer en el Tibet que se accidentó con el jeep que manejaba.
La mujer sufrió una perforación de pulmón, situación que se agravó por el
anticoagulante sanguíneo que tomaba por problemas cardíacos. El hospital más
cercano, que aparecía en la internet como una instalación médica de primera,
resultó no tener banco de sangre, aparato de radiografías ni atención las 24
horas del día, y ni qué hablar de jeringas esterilizadas.
"La llevamos a Bangkok, que tiene excelente atención médica", dijo Koppel.
"La moraleja de la historia para los turistas aventureros es que uno viaja a
lugares que supone tienen instalaciones adecuadas y se encuentra con que son
horribles. Aun en Italia hay hospitales en los que las enfermeras se van a sus
casas por la noche. No queda personal".
La evacuación de la paciente costó 75.000 dólares, cubierto por su plan de
seguro de 4 dólares diarios. Aun una ambulancia entre el Caribe y Miami cuesta
de 11.000 a 15.000 dólares, precisó Koppel.
Muchos viajeros ni siquiera se preocupan de sacar seguro de viaje y la mayor
parte de los planes de seguro en Estados Unidos no cubren gastos médicos en el
exterior.
Muchos tampoco se dan las vacunas o medicamentos preventivos convenientes. Jama
Jackson, una recaudadora de fondos para un grupo de beneficencia en Nueva York,
tomó pastillas para prevenir la malaria durante varios períodos dentro de los
dos años en que trabajó y viajó por el sudeste y el centro de Asia. Pero la
medicina tiene efectos secundarios desagradables cuando se toma durante largo
plazo, de modo que no la tomó cuando hizo una excursión de cuatro días por India
viajando en camello.
"No era como en un bosque húmedo y tropical donde uno supone que hay
mosquitos. Era un desierto reseco", afirmó. Pero contrajo malaria, que le
provocó "la peor fiebre que pueda imaginarse. No podía comer y hasta
necesitaba ayuda para caminar".
Ya completamente repuesta, lamenta la enfermedad pero no el viaje.
"No me inclino a los extremos, pero tampoco me gusta vivir enclaustrada",
afirmó. "Quería experimentar la vida en esos sitios. Hay que correr algún
riesgo".
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