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La Opinión de Antonio Galeote
La libertad de enseñanza
El próximo día 12 se realizará en Madrid una manifestación, que se espera masiva, contra el proyecto gubernamental reforma del sistema educativo, la LOE (ley orgánica de educación). Se piden muchas cosas, pero la mayoría de ellas podrían englobarse bajo el lema de la libertad de enseñanza.

Bajo esa expresión se engloban cosas como el derecho de los padres a elegir el tipo de educación –y el centro- que quieren para sus hijos, o el derecho a impartir la enseñanza de la religión católica, o el de crear centros de enseñanza regidos por una adscripción religiosa o ideológica concretas.

Pero en el fondo, da igual qué es lo que oficialmente se pide con la manifestación del día 12. Lo que no da igual es lo que hay debajo, es decir, la realidad. Y lo que hay debajo, como siempre, son intereses económicos. Las grandes patronales de la enseñanza son auténticos lobbies que defienden un negocio. Totalmente legítimo, pero un negocio.

Y la iglesia católica, íntimamente ligada a esas patronales del sector, está en el mismo negocio. Y en otro, porque además tiene un acuerdo con el Estado mediante el que recibe una sustanciosa financiación anual. Por tanto, detrás de este revuelo de sotanas y de dueños de colegios de élite, lo que hay es dinero. Mucho dinero.

No es criticable, ni mucho menos, que se haga negocio. Estamos en una sociedad dominada por el mercado, es decir, por el negocio, y es absolutamente legítimo ganar dinero con la enseñanza, como lo es ganarlo vendiendo coches o periódicos.

Lo que sí es discutible es el empleo abusivo de la palabra libertad. La libertad de elección de centro, o la libertad de enseñanza son expresiones que pueden referirse a muchos conceptos. Pero el negocio de la enseñanza, o el negocio de las subvenciones del Estado no parece que encajen exactamente bajo el término libertad.

En estos tiempos, el lenguaje se ha prostituido, y una de las labores más urgentes sería la de devolver a las palabras su significado real. Probablemente, eso no podrá hacerse nunca, entre otras cosas, porque quedarían desenmascarados muchos comportamientos y actitudes que no responden a las palabras empleadas.

En cuanto a la libertad para enseñar la religión, lo lógico sería, como ha propuesto Izquierda Unida, que la religión católica se enseñe en las iglesias católicas, la musulmana en las mezquitas, la judía en las sinagogas, y así sucesivamente. Y que cada una de estas religiones financie su enseñanza.

Por lo demás, no hay nada criticable en que los obispos, los curas o las monjas vayan a una manifestación. ¿Por qué van a poder manifestarse los empleados de Seat, o los pescadores, o los mineros, y no los obispos?

Es legítimo manifestarse legalmente para defender unos intereses, como es legítimo crear unos negocios que luego se defienden con esas manifestaciones, entre otros métodos. Y es legítimo presionar a los políticos para que tomen decisiones favorables a esos intereses y tener partidos que los defiendan. Todo eso es legítimo y lógico. Pero, por favor, no nos hablen de libertad.

viernes, 11 noviembre 2005

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