Escocia es el resultado de varios siglos de mestizaje. Esta mezcla hace que
no podamos definir en pocas palabras todos los aspectos que encierra esta
increíble nación, sino que este país, a medio camino entre el pasado y el futuro
conserva los elementos característicos de las guerras pasadas, la hospitalidad
de su gente y la variedad cultural. Tiene muchas menos rutas turísticas que
Inglaterra, pero quizá la mejor manera de conocer Escocia sea con disponibilidad
y un programa libre. Nunca se sabe cuánto tiempo podemos emplear en cruzar los
verdes valles y colinas o en recorrer las costas acantiladas desde el sur.
La fusión entre paisaje y arquitectura se ha forjado a través de los más de ocho
mil años de historia. Inicialmente el reino escocés se fue creando con las
primeras construcciones megalíticas de las Islas Orcadas, que vieron el paso de
los romanos y de los emigrantes irlandeses para dar lugar a la actual Escocia.
El primero de estos reinados fue el de Kenneth MacAlpin en el siglo IX. Más
tarde, con el dominio inglés, llegaron las guerras de independencia que
terminaron con la coronación de Robert Bruce como Roberto I de Escocia. Una
etapa en la que nació el mito del valiente guerrero William Wallace.
Desde entonces el país fue creciendo con la dinastía Estuardo, encabezada por
María, la reina de todos los escoceses, que fomentó el auge cultural y la
construcción de multitud de castillos y monasterios. Este progreso tuvo reflejo
en etapas posteriores con la aparición de grandes pensadores como David Hume, el
economista Adam Smith o el descubridor de la penicilina Alexander Fleming. Desde
entonces los siglos XIX y XX fueron para Escocia un avance paulatino en
tecnología y patrimonio, con abundancia de obras de ingeniería y la vocación
claramente industrial de muchas de sus ciudades, como por ejemplo, Glasgow.
En la última década destaca el referéndum popular sobre la creación de un nuevo
parlamento propio, ya que en 1707 se acuerda la llamada “Acta de la Unión” en la
que se fusionaban los parlamentos inglés y escocés para traer la paz a las islas
británicas. La ciudad elegida para recibir este “órgano del pueblo” es Edimburgo
y actualmente se encuentra abierto al público. La ausencia del parlamento
escocés durante más de tres siglos no impidió la conservación de muchos de sus
elementos culturales, un dato que nos sirve para hacernos a la idea de la fuerte
identidad que tiene la nación.
Las Ciudades
Glasgow es la ciudad de Escocia marcada por la vitola de ciudad
industrial. Sin embargo, en los últimos años está recuperando su pasado
esplendor gracias a la multitud de nuevos proyectos que están convirtiendo la
ciudad en un punto de interés de diseño arquitectónico y cultural. En principio
es una ciudad llena de contrastes, que mezcla lo tradicional con lo moderno,
prueba de ello es el edificio de arquitectura griega del siglo XVIII, el Goma,
que está siendo utilizado como museo de arte moderno.
Para llegar a la ciudad lo más cómodo y rápido es el tren, bien desde Edimburgo
o bien desde Londres, en cualquier caso llegaremos a Merchants City, un barrio
construido por los grandes mercaderes del tabaco y algodón. En él, los edificios
compiten en belleza y gloria. El otro eje de la ciudad es inevitablemente el río
Clyde, antiguo apoyo económico de Glasgow por su comunicación con el mar y
situación geográfica. Allí, los turistas pueden tomar el Waverley, un barco de
vapor a ruedas que traslada a sus viajeros a islas como Bute o Arran. El valle
del río Clyde es otra de las rutas más concurridas ya que se pueden visitar
aldeas clásicas como New Lanark (patrimonio de la humanidad) o descubrir la
vegetación de la zona.
Entre los elementos más atractivos para la visita a la ciudad se encuentran: el
edificio Armadillo, una sala de conferencias similar a la ópera de Sydney en su
estructura metalizada diseñada por Sir Norman Foster; la Catedral de Glasgow o
el Centro de Ciencias.
Edimburgo es la capital desde la época de Jacobo II, cuando trasladó allí
el antiguo parlamento. Se encuentra en la región de los Lothians, en las tierras
bajas de Escocia, una zona especialmente interesante por la costa y el
impresionante paisaje. La ciudad está concebida para que mantenga el aire
romántico del siglo XIX. Más de 10.000 de sus viviendas están calificadas de
“importancia histórica” y su casco antiguo mantiene una misma línea en sus
construcciones. Este barrio antiguo se llama Old Town y en él domina el estilo
arquitectónico victoriano, con grandes cúpulas verdes, torres de reloj y
estrechos callejones. Una calle llamada la Milla Real comunica el centro de la
ciudad con la colina en la que se alza el Castillo de Edimburgo.
La Royal Mile (Milla Real) comienza en el Palacio de Holyroodhouse y hasta su
final recorre varios de los edificios más señoriales y clásicos de Edimburgo.
Por ejemplo, la catedral de High Kirk of Saint Giles, donde hay una famosa
estatua de un ángel tocando una gaita. Más abajo se encuentra uno de los pubs
más legendarios, Ensign Ewart, que desde 1690 ofrece comida y whisky
tradicional.
El Castillo de Edimburgo está construido sobre una colina de piedra volcánica
justo al final de Royal Mile. Es uno de los símbolos de Escocia, no sólo por la
relación permanente de la familia real con él, sino porque su silueta es una de
las instantáneas más difundidas del país. Aunque actualmente la monarquía no
reside en el castillo, sí esconde en su interior las joyas de la corona
escocesa, que podrán admirar los visitantes.
Paisajes que destacan por su belleza
Al norte de Edimburgo se encuentra el corazón de Escocia, el conjunto formado
por Fife, Dundee, la región de Perthshire y Angus. Actualmente esta zona
es considerada un paraíso para todos los amantes del golf, ya que ofrece
practicar este deporte rodeado de un entorno único como las colinas y cimas de
los montes Grampianos, además el antiguo reino de Fife contiene la meca de los
golfistas: Saint Andrews. Esto nos puede ayudar a hacernos una idea sobre el
ambiente relajado que se respira en la zona, llena de ríos, aldeas pesqueras,
cañadas, y laderas cubiertas de frondosos bosques.
Las Highlands son el entorno natural de Escocia por excelencia. Son las
llamadas Tierras Altas que tienen su límite con las bajas en una línea
imaginaria trazada desde Dundee a Glasgow. Posiblemente no sea la zona más
montañosa de Escocia pero sí es un símbolo de lo que entendemos por el paisaje
escocés, son valles extensos, profundos, siempre rematados por una extensión de
agua al fondo, ya sea un lago o un río. En Escocia, cualquier tipo de accidente
geográfico acuático se denomina “Loch” independientemente sea de agua salada o
dulce.
Las Tierras Altas son el hogar de muchas de las leyendas de Escocia, y por lo
tanto también el hogar de los muchísimos lagos que contienen estos relatos. El
primero de ellos y más conocido por todos es el Lago Ness, con la criatura
Nessie. Cuenta la historia que San Adamnan tuvo que enfrentarse a un monstruo
con forma de serpiente en el interior del lago. Sin embargo no es la única
criatura que se dice vive en estos parajes. En el Lago Morar se dice de la
existencia de Morag, supuestamente un ser mucho más terrible y fiero que el
popular Nessie. Otros lagos de visita imprescindible son Loch Maree, especial
por las tumbas y elementos funerarios vikingos o el Loch an Eilean, el preferido
por los profesionales de la pesca y con un emplazamiento envidiable ya que está
rodeado por un sendero y kilómetros de bosques.
En esta región podemos encontrar dos urbes principales: Inverness y Fort
William. Esta última es uno de los conclaves culturales de la zona. En ella
podemos visitar el museo West Highland donde los turistas pueden aprender más
sobre, el kilt, la historia o las costumbres de la región.
Inverness es la capital de las Tierras Altas, un contraste entre oscuros
valles y grandes laderas verdes. Desde allí se pueden visitar los principales
lagos como el Ness y recorrer kilómetros de fantásticos paisajes. En el interior
de la ciudad se puede pasear por estrechas calles victorianas o visitar los
comercios de las principales marcas internacionales. Este conjunto urbano está
dominado tímidamente por el Castillo de San Andrés, el primero de estilo
neogótico del país, símbolo de la remodelación que ha sufrió la ciudad tras el
devastador ataque de Malcom Canmore.
Stirling es otra de las joyas del turismo en Escocia. Aunque no es una
gran región concentra muchos de los monumentos famosos. Está junto a Ochil Hills,
cerca del río Forth y es uno de los centros administrativos y comerciales de la
línea imaginaria que dividen el sur y las montañas de las Tierras Altas. Su
castillo es el más famoso de todos, situado en una alta colina, presidiendo toda
la ciudad. Es uno de los lugares más bellos y concurridos por los turistas que
pueden visitar sus zonas verdes interiores, las cocinas, las mazmorras, los
salones interiores... El recinto además contiene dos de las estatuas erigidas a
los héroes de la revolución como son Rob Roy y Robert Bruce.
La tercera ciudad más relevante de Escocia tanto por nivel económico como por el
de población es Aberdeen, que creció muchísimo a raíz del descubrimiento
de petróleo en el Mar del Norte. Este auge ha posibilitado el aumento de zonas
de ocio como restaurantes, hoteles, bares, pubs y rutas turísticas. Entre los
paisajes que se pueden encontrar persisten los impresionantes valles y ríos que
recorren la geografía del norte, pero en este caso se amplía la oferta a los
acantilados y las playas nórdicas. Un lugar destacado también en verano, ya que
las altas montañas lo protegen de las bajas temperaturas, por esta razón la
Reina de Inglaterra escoge su residencia del Balmoral para pasar estos meses más
calurosos.
Sólo Islas
Las islas Hébridas están llenas de naturaleza, algunas habitadas y más
modernizadas, pero otras se mantienen igual que hace siglos atrás, como es el
castillo de Kisimul, el que ha sido siempre la residencia de los McNeil. Este
lugar es en Barra, donde hay inmensas playas con aguas de color turquesa, pero
que sus únicos bañistas son las focas.
Harris es otra isla que se encuentra más al norte, donde el barco es el único
medio de comunicación. Aquí se teje el mejor tweed, el que se usa para hacer los
kilt o faldas escocesas. Para hacer un buen recorrido, lo mejor es usar la
bicicleta siguiendo la ruta que bordea lagos y fiordos para llegar a las playas
salvajes de Seilebost y Luskentyre, en la costa este.
Lewis es la mayor de las islas, la más misteriosa y esotérica. Dicen que aquí se
guardan las raíces culturales más auténticas, de hecho su gente es muy
conservadora y religiosa. Te podrás encontrar con ideas y formas de vida que
pensaste que pertenecían a la historia, cosas que para ti resultarían
prehistóricas, para ellos son obviedades.
Sigue: Escocia, cultura, leyendas
misteriosas y el Whisky
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