Guillem Alsina ([email protected])
- El concepto de neutralidad de la Red (en inglés, net neutrality) es un poco
etéreo aunque no excesivamente difícil de comprender: se trata de que las
operadoras (los ISP's) de acceso a Internet sirvan las peticiones de información
que les hacen llegar sus clientes en el mismo orden en que estas fueron
cursadas, independientemente del tipo de contenido que se solicite.
Algunas operadoras y proveedores de acceso alegan que las nuevas aplicaciones de
Internet y de la Web 2.0 como el vídeo en streaming o la VoIP alteran el ritmo
del flujo de datos que circula por sus máquinas, ya que con la gran cantidad de
datos que mueven provocan que la calidad del servicio (QoS, Quality of Service)
baje tal y como el tráfico de una
carretera colapsada baja la velocidad y se hace más molesto para todos sus
usuarios.
Ante esta situación, muchos ISP's han solicitado a las autoridades reguladoras
en la materia que se fije un marco legal en el que ellos puedan dar prioridad a
unos determinados contenidos frente a otros para mantener una calidad mínima en
su servicio. Esto, por ejemplo, permitiría a los ISP's priorizar los servicios
de consulta a páginas web sobre la VoIP o la mensajería instantánea, o bien
priorizar el acceso a ciertas webs por delante de otras... y es precisamente
aquí donde la polémica entra en escena.
Grandes proveedores de contenidos como Google, Microsoft y empresas dedicadas a
los contenidos han protestado enérgicamente y han iniciado movimientos entre los
políticos de Washington para que esto no se haga realidad. Su principal queja es
que con estas herramientas en la mano, los ISP's podrían priorizar los
contenidos que a ellos les favorecieran, como las páginas web en las que saliera
publicidad de sus clientes, o incluso negar el acceso a determinados foros o
websites que expusieran opiniones contrarias a sus intereses. Para estas
compañías que trabajan con contenidos, la situación resultante se resumiría en
una palabra: censura.
La tormenta política se ha desatado sobre Washington, capital federal de los
Estados Unidos y donde se cuecen también muchas de las decisiones que
posteriormente afectarán a la red de redes a escala mundial por ser el país
norteamericano el que tiene más influencia en Internet.
Google, que vive enteramente de los contenidos, ya se ha mostrado dispuesta a ir
más allá de las puertas del congreso norteamericano para acudir a los
tribunales, convirtiendo en legal una batalla que hasta ahora sólo era política.
La famosa compañía del buscador alega que el problema es que algunos grandes
carriers de Internet, empresas que gestionan una parte muy importante de la Red
en los Estados Unidos y a nivel mundial, han sacado al mercado o están a punto
de hacerlo, servicios que entran en competencia directa con los que ofrecen los
proveedores de contenido más importantes. Las suspicacias sobre el tráfico que
van a priorizar estas operadoras se han disparado.
Pero por el momento, la batalla se centra solamente en el terreno político, con
una ley aprobada recientemente (la Communications Opportunity, Promotion and
Enhancement (COPE) Act of 2006 que se encuadra en la Telecommunications Act de
1996) y una serie de enmiendas que se discuten actualmente y que constituyen el
principal eje en la polémica.
Lo más probable es que durante las próximas semanas tengamos más noticias sobre
este particular a medida que se desarrolla el debate político en el Congreso de
los Estados Unidos. |