Agencias.- Las pérdidas humanas en la guerra contra Irak han
acelerado la búsqueda por parte del ejército estadounidense de un vehículo robot
autosuficiente y sin piloto que espera encontrar entre los inventores "locos"
del país.
Al menos ese es el calificativo que agrupa a los cuatrocientos que se han
apuntado a "La Gran Prueba", competición promovida desde el Pentágono y que
ofrece un millón de dólares al que invente y gane una carrera de vehículos
terrestres autosuficientes capaces de recorrer los quinientos kilómetros que
separan Los Angeles de Las Vegas.
La regla de oro para estos vehículos -ya bautizados como "robocar"- es que
carezcan de control "humano o entidad biológica" en su interior. "La Gran
Prueba" tiene su origen en el departamento de Investigación de Proyectos
Avanzados de Defensa, entidad del Pentágono que colaboró en el desarrollo de
internet, las bombas inteligentes y el avión "Predator", utilizado en
Afganistán.
Su objetivo es satisfacer los deseos del Congreso estadounidense de que al menos
uno de los próximos tres sistemas de combate que desarrolle el ejército carezca
de elementos humanos.
Para esta finalidad, el departamento ha decidido buscar la inspiración necesaria
entre un grupo de lo más diverso.Inventores de garaje, aficionados a los
juguetes teledirigidos, expertos en efectos especiales o maestros de la robótica
-ahora de moda con programas de televisión como "Junkyard Warriors" (guerreros
de desguace)-, todos están aunados en la construcción del vehículo autónomo.
Además de su autonomía, las reglas de "La Gran Prueba" piden una velocidad media
de cincuenta kilómetros por hora durante el recorrido, en el que se tiene que
autoabastecerse de energía. Otras limitaciones impuestas en las reglas del juego
es que no estarán permitidos los ataques durante la competición ni se permiten
los lanzallamas para abrirse paso.
Pero sobre todo, el vehículo debe ser capaz por sí mismo de leer el trazado de
la ruta, un camino que no se dará a conocer hasta el momento de la prueba, pues
su única ayuda exterior una vez comience la competición será el uso de los
sistemas de navegación vía satélite.
Todas las reglas están especificadas en la dirección de internet de este
proyecto www.darpa.mil/grandchallenge/overview.htm, donde la inscripción de los
participantes es libre.
El momento de la verdad llegará el 13 de marzo de 2004, cuando tenga lugar el
recorrido que comenzará en Los Angeles, no sólo por ser la capital de la
"cultura del automóvil" sino porque será, justo antes de la carrera, la sede de
la conferencia anual del departamento del Pentágono que la promueve.
Será todo un reto para el que los inventores tienen algo menos de un año. Otro
gran obstáculo es el precio de esta locura, que si finalmente se termina por
demostrar que es viable, puede costar más del millón de dólares libre de
impuestos que el Pentágono ofrece como premio al vencedor.
Esta es una limitación que está generando asociaciones entre los participantes y
que confía en contar con el apoyo de grandes industrias electrónicas o motoras.
Se trata de un reto tan complejo que muchos lo consideran inalcanzable, hasta el
punto de que el Pentágono ha anunciado ya una nueva convocatoria dentro de dos
años, en caso de que nadie logre el objetivo marcado en 2004.
Aun así, la dificultad está lejos de detener tanto a participantes como a
organizadores, en especial dado el historial que existe de pruebas similares que
han logrado grandes avances tanto en el campo de la robótica como en el militar.
Si desde 1997 cientos de aficionados a la robótica celebran con éxito un
campeonato de fútbol de robots, que aspiran en un futuro cercano a enfrentarse
con los jugadores de carne y hueso, en el ejército son numerosos los avances de
la inteligencia artificial.
"Los vehículos terrestres no pilotados tienen el potencial de revolucionar la
capacidad del ejército en el campo de batalla", asegura el Pentágono para
resumir su deseo de reducir el número de soldados emplazados en medio del
peligro, al tiempo que aumenta la efectividad del combate.