Todos somos sospechosos, o casi. En pocos meses, o años,
depende de su capacidad de desarrollo, los millones de personas que circulen por
las calles de los EEUU serán compulsados en un gran banco de datos para
comprobar si están vinculados a organizaciones terroristas, criminales o de
espionaje.
El sistema utilizará las imágenes que graban o transmiten en directo las miles
de cámaras que atestan las ciudades, organismos oficiales, aeropuertos,
estaciones de trenes, autobuses, centros comerciales, etc. Instalaciones de
seguridad que han sido objeto de criticas por violar la privacidad y que ahora
podrán ser centralizadas por la agencia de inteligencia.
El sistema permitirá rastrear las caras de las videocámaras y compulsarlas con
la base de datos gracias a un software llamado PixLogic con un elevado
porcentaje de aciertos en la identificación. El proyecto esta siendo financiado
por In-Q-Tel, la firma de capital riesgo de la propia agencia.
Mascaras antigas en el Pentágono
Aunque no hay que ir a un futuro, más o menos inmediato, para comprobar como
esta obsesión esta afectando a los organismos de inteligencia.
Sir ir más lejos, el Pentágono, el centro que reúne las actividades militares y
agencias de seguridad más importantes, ha repartido entre sus empleados 25.000
mascaras antigas como medida de precaución ante un ataque terrorista con agentes
químicos.
La entrega se inició a principios de febrero y culmino esta misma semana.
Militares y personal administrativo, incluidos los corresponsales de medios de
información que trabajan en este centro, cuentan con su mascara antigas
personal.
Asimismo, se han dotado 6000 más que serán reservadas a las personas que visitan
el centro o aquellos periodistas que estando acreditados no disponen de oficina
en las dependencias.
Estas mascaras que tienen un precio al retail (seguramente les habrá
salido mucho más baratas) de 200 dólares filtran la mayoría de los productos
químicos y garantizan aire puro durante 65 minutos.