Las líneas aéreas de bajos precios han pasado de ser una moda a hacer la
competencia a las compañías tradicionales, que se están viendo obligadas a
emprender nuevas estrategias y a recortar los costes al máximo para mantenerse a
flote. Pero el impacto de los vuelos baratos llega más allá del propio sector y
abarca desde el desarrollo del turismo fuera de temporada a la promoción de
ciudades de mediano tamaño.
Fuentes de Easyjet y de Ryanair (principales compañías de bajo
coste en Europa) estiman entre un 5% y un 8% el volumen de negocio que están
arrebatando a las grandes, gracias a que los precios de sus vuelos resultan
hasta un 30% más económicos. Las compañías de bajo coste tienen previsto
triplicar en 2007 su número de clientes (90 millones) hasta acercarse al 20% del
mercado aéreo europeo, y auguran que controlarán un 30% en 2010, una cuota
similar a la que tienen actualmente este tipo de aerolíneas en EE UU.
Hace un año las compañías de vuelo baratos, comandadas por Easyjet y Ryanair,
controlaban el 9% del negocio europeo. Tan sólo seis meses después (diciembre de
2002) habían crecido cuatro puntos porcentuales más. En España, este tipo de
compañías transportaron el año pasado a un total de 31,8 millones de pasajeros,
de los que casi la mitad correspondieron a conexiones con el Reino Unido.
La reacción no se ha hecho esperar y los grandes gigantes del aire como Air
France, British Airways, Lufthansa o Iberia han empezado a multiplicar sus
promociones y ofertas y a intentar reducir sus costes. En su Plan Director 2003-
2005, Iberia ya estimaba en 100 millones de euros lo que dejaría de ingresar por
efecto de las compañías que ofertan vuelos a precio más económico.
Según los portavoces de algunas compañías de bajo coste, su actividad no se
limita a restar clientes a las compañías tradicionales, sino que están
consiguiendo que "muchas personas que antes no viajaban lo puedan hacer ahora,
gracias a los precios accesibles" que ofrecen. De hecho, las cifras de ocupación
reflejan que cada año hay más pasajeros en los aviones y esto se debe en parte a
la bajada de precios que permite a más usuarios el acceso a los viajes.
La estrategia defensiva empezó a ser apreciable con la guerra de precios que
iniciaron las compañías españolas poco antes de la primavera, que ha tenido sus
efectos con bajadas de hasta un 30% en las tarifas. Además, las compañías han
puesto en marcha otras ideas para abaratar los costes. Por ejemplo, Air Europa
ha optado por "personalizar el servicio", lo que en la práctica se traduce en la
eliminación de las tradicionales comidas y periódicos para que el cliente decida
si prescinde de ellas o las paga aparte.
Esta estrategia no ha sido secundada por otras aerolíneas, convencidas de que la
mejor política para hacer frente a las compañía de bajo coste es mantener esos
servicios añadidos al billete. Lufthansa, Spanair o British Airways han optado
por ofrecer tarifas más flexibles y de un solo trayecto, lo que elimina la
obligación de hacer noche en un sitio determinado.
En el nuevo horizonte del negocio, los analistas auguran para los próximos años
un proceso de concentración de las grandes compañías, para aprovechar las
economías de escala que permite un mayor tamaño. El primer paso puede ser la
unión entre la holandesa KLM y Air France.
El efecto de los vuelos baratos tiene mayor calado. Según un estudio de la
consultora KPMG, las aerolíneas baratas están cambiando los patrones turísticos.
La irrupción de estas compañías ha impulsado los viajes fuera de temporada por
la bajada de precios y ha favorecido además a los aeropuertos regionales a los
que dirigen sus vuelos. Instalaciones como las de Liverpool o Charleroi han
conseguido cifras de viajeros que hasta hace unos años eran impensables para
este tipo de destinos.
En España, por ejemplo, Easyjet ha aumentado de forma espectacular su presencia
en Barcelona, Málaga, Palma de Mallorca o Bilbao, mientras que Ryanair, la otra
gran aerolínea de bajo coste, experimentó un gran crecimiento en los aeropuertos
de Gerona, Murcia o Jerez.