Las trombas de agua, el ardiente sol y los vendavales no han
borrado el turbulento pasado de la isla tailandesa de Tarutao, convertida una
vez en presidio, reducto de piratas, y ahora en destino turístico del Mar de
Andaman.
Los turistas internacionales que buscan su isla perfecta
para un retiro temporal comienzan a desembarcar en la remota Tarutao, la mayor
de un archipiélago formado por 51 islas, que se encuentra situado a escasas
millas de las aguas territoriales de Malasia.
La mayor parte de los visitantes que llegan a Tarutao o las
vecinas islas de Adang, Lipe, Rawi y Klang, las únicas conectadas con la
península por un servicio regular de barcazas, escapa de la masificación
turística en otros destinos como Phuket o Samui.
Como ocurre en otros lugares de Tailandia, en Tarutao la
afluencia de visitantes ha caído un 80% desde que el pasado 26 de diciembre un
maremoto azotó las costas del Suroeste y dejó cerca de 5 mil 395 muertos y unos
3 mil 900 desaparecidos.
"Deje que mire el libro de llegadas, con usted son cinco los
turistas que han llegado", dijo Ranaporn Senchuan, subdirector del parque
nacional de Tarutao.
El Departamento Forestal, que regula el desarrollo de la
infraestructura turística de Tarutao con el fin de evitar que suceda lo mismo
que en las islas Phi Phi, también parque nacional y destruidas por el turismo
mucho antes de que las asolara el "tsunami" (ola gigante).
Tarutao, un nombre malayo que significa "viejo misterioso",
atrae al turismo extranjero y particularmente al que busca la naturaleza, pero
la sociedad tailandesa, en la que la superstición está muy arraigada, continua
mostrándose reacia a visitarla.
Para muchos tailandeses, los espíritus de los muchos presos
que murieron en la isla durante los ocho años que el gobierno la utilizó como
penitenciaría, vagan por el lugar como almas en pena.
"Los tailandeses que vienen por aquí dicen que por las
noches ven fantasmas y se escuchan voces, yo les creo porque llevo aquí diez
años y me han ocurrido cosas iguales muchas veces", comentó Ponlert, de 32 años
y uno de los 120 empleados del parque nacional.
En 1939, cerca de 3 mil presos políticos y comunes, además
de un grupo integrado por unas veinte mujeres condenadas a cadena perpetua,
fueron conducidos a Tarutao, por entonces un lugar aislado del resto del mundo,
plagado de cocodrilos e infectado de malaria.
Al estallar la Segunda Guerra Mundial, los presos y sus
guardianes fueron abandonados a su suerte en esta isla entre cuya frondosa
vegetación asoman las tumbas y fosas comunes con los restos de los que murieron
a causa de la hambruna, enfermedades y en peleas.
Como resultado de ese abandono gubernamental, en muy poco
tiempo algunos grupos de presidiarios hicieron de Tarutao el mayor reducto de
piratas del Mar de Andaman, y con su osadía se convirtieron en el azote de los
barcos que surcaban la ruta entre las entonces colonias británicas de Malasia y
Birmania.
Aquel reducto de piratas cayó en marzo de 1946 cuando las
tropas británicas desembarcaron y echaron de la isla a todas las personas que
allí habitaban
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