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Se trata de que el ordenador conozca los signos vitales del usuario y los
analice, los interprete y evalúe, de modo que pueda enviar una señal de alerta
si no está bien.
Es decir, si su pulso sube de frecuencia y si puede padecer alguna irregularidad
en la salud. Parte de la telemedicina, esta disciplina hará uso de la
Computación Afectiva por cuanto le deja observar a distancia la evolución del
paciente y entonces sugerirle cómo mejorar sus condiciones vitales.
En realidad, la Computación Afectiva tiene innumerables usos. Tantos, que se
puede fácilmente entrar en el campo de la ciencia ficción. El aprendizaje a
distancia es un ejemplo palpable, valga la paradoja, ya que el profesor virtual
puede saber qué necesita aprender su alumno (el usuario) y si está haciendo
trampa o no.
Sabrá también si el estado emocional del alumno es favorable al aprendizaje o si
en cambio está triste o con problemas. La meca del proyecto es el Affective
Computing Research Group, del Massachusetts Institute of Technology (MIT).
Ya diseñó modelos para el año 2021, y espera que sirva además para tratar
adicciones. Por lo demás, las posibilidades son maravillosas, pues si la
computdora percibe a su usuario no habrá mucho trecho hasta que se convierta en
compañía, terapeuta, médico...
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