Agencias - "Soy feliz cuando invento algo en mi cabeza", dice el
tallador de 63 años.
En los últimos cinco años, Shomali ha tenido pocas razones para ser feliz. El
conflicto entre israelíes y palestinos diezmó el vital sector turístico de
Belén y privó de clientes a los talladores como Shomali.
Pero en esta Navidad en Belén, que la tradición cristiana considera el pueblo
natal de Jesús, la centenaria artesanía revive gracias a una combinación feliz
de la tradición, la tecnología y, en el caso de Shomali, la incursión en los
mercados extranjeros.
Dos hermanos de Shomali han empezado a vender las tallas de madera de olivo
_Jesús, María, José, los Reyes Magos, figuras para pesebres_ en centros
comerciales de Nueva York, California y Luisiana, y en los últimos dos años su
producción se ha duplicado con creces.
"Allá les gusta este trabajo porque viene de Tierra Santa", dijo Shomali.
"Jesús bendijo el olivo".
La internet es otra bendición para los artesanos de la madera de Belén, que
realizan estas tallas desde el siglo IV, pero casi habían perdido su medio de
vida debido al conflicto que prácticamente clausuró el pueblo.
Johny Handal cerró su centenario negocio de tallas durante ocho meses en 2002,
pero lo reabrió cuando su hijo empezó a recibir pedidos a través de la web.
Los productos vendidos a través de la internet obtienen precios tres veces más
altos que los del mercado local, según los artesanos.
Tras el desastre de la primavera de 2002, cuando varios milicianos palestinos
se refugiaron durante 39 días en la Iglesia de la Natividad, lo cual provocó un
violento asedio israelí, los peregrinos empiezan a regresar a Belén: para esta
Navidad se esperan 30.000, comparado con 2.000 hace dos años.
Este año, los artesanos de Belén han recibido un beneficio de una fuente
inesperada: madera de olivo barata de la construcción del controvertido muro
israelí en torno de Cisjordania.
Miles de olivos han sido derribados para dejar lugar al muro, lo que ha
generado una abundancia de madera, cuyo precio ha caído de 260 dólares a 195
dólares la tonelada. Pero no es motivo de celebración. El muro separa a mucha
gente de sus tierras y afea el paisaje que atrae a los turistas.
Handal dijo que tuvo que librar una batalla legal con el ejército israelí para
que le entregaran sus árboles derribados. Y cuando los consiguió, se negó a
usarlos para las tallas, porque la madera obtenida así, dijo, no se podía usar
para tallas sagradas.
"Finalmente usamos esa madera como leña", dijo.
Shomali, quien asegura que los israelíes lo han encarcelado y deportado por sus
actividades, se mostró más práctico: le complace comprar la madera por menos
precio.
La artesanía con madera de olivo llegó a Belén en el siglo IV con la
construcción de la Iglesia de la Natividad, que se alza en torno de la gruta
donde, según la tradición, nació Jesús. Los monjes enseñaron el oficio a los
nativos, y ahora, muchos vecinos del lugar tallan la madera o comercian las
estatuillas.
Hay unos 300 talleres que emplean entre 5 y 15 personas.
Shomali se enorgullece de la presencia de su familia en la aldea cristiana de
Beit Sahour, en las afueras de Belén: allí se encuentra el campo donde la
Biblia dice que los pastores recibieron la noticia del nacimiento de Jesús.
"Probablemente nosotros éramos los pastores cuando vino Jesús", dijo Shomali.
Hay unos 250.000 cristianos en Tierra Santa, pero sus números disminuyen debido
a la emigración.
Para los que se quedaron, las iglesias occidentales han sido un salvavidas, al
vincular a los artesanos de Belén con comerciantes estadounidenses y europeos.
"Les hemos dicho, no nos den de comer, dennos la oportunidad de trabajar",
dijo Handal.
Shomali, que ejerce el oficio desde hace 42 años, dijo que los nuevos mercados
le han dado nuevos ánimos y energía. Para hacer sus tallas usa un taladro del
tamaño de un cepillo de dientes, una copiadora de moldes y una sierra
eléctrica.
Con su taladro, Shomali realiza los últimos detalles de un bloque de madera de
olivo que toma la forma de José. Su taller es un cuarto escasamente iluminado
en un callejón de Beit Sahour donde cientos de estatuillas de Jesús, María y
otros personajes bíblicos aguardan en los estantes el último toque del artista.
La cara y el pelo de todos los trabajadores están blancos de aserrín.
"Si me lo piden, puedo hacer miles", dijo Shomali. |