Agencias - Turín, sede de los XXI Juegos Olímpicos Invernales, es una ciudad de
pocos colores pero de mil y un sabores, y uno de los que más la distinguen es el
del chocolate, de ahí que no es de extrañar que la cita olímpica turinesa se
esté viendo impregnada por el "perfume" de este dulce manjar.
No en vano, Turín pasa por ser desde hace más de cuatro siglos la gran cuna
europea de un producto que era definido como "Néctar de los dioses" por los
mayas, quienes fabricaban una bebida con semillas de cacao secadas, pulverizadas
y diluidas en agua.
De ahí que es claro que en estos Juegos el chocolate no podía faltar con un
protagonismo propio. Por ello, una veintena de marcas piamontesas dieron vida a
una feria-exposición de sus productos en las calles más céntricas y
significativas de la ciudad; muy cerca de donde está instalada la denominada
"Plaza de las Medallas", lugar en que cada noche se premia a los medallistas
olímpicos.
La zona, al margen de lo deportivo, se ha convertido en una especie de "corazón
chocolatero", en donde se pueden degustar y, por supuesto, comprar todas las
variantes de este producto, desde la más simple a la más sofisticada.
Algo que ya es habitual ver en toda Turín a lo largo del año, pues son famosos
tanto sus tradicionales y bellas cafeterías, en donde degustar este "manjar",
sus restaurantes, en donde comer platos que tienen como ingrediente básico o de
acompañamiento el chocolate, y tiendas, algunas de ellas centenarias, donde
comprarlo.
Y es que la historia de Turín y la del chocolate está unida desde 1560, cuando a
esta zona llegó el "néctar de los Dioses" desde su originaria América.
Desde ese momento, artesanos turineses ubicados en el entorno de la "Mole
Antonelliana" (peculiar torre símbolo de Turín, de los XXI JJ.OO. Invernales y
actual sede del espectacular museo del Cinematógrafo), se dedicaron a producir
este producto y llevarlo al paladar y corazón de sus vecinos.
Se daba paso al conocimiento y tratamiento de algo más que un delicioso
producto; se iniciaba una tradición, un arte, que ya en poco tiempo convirtió a
los turineses en los principales degustadores y productores del chocolate en el
Viejo Continente.
No en vano, en pleno Barroco, la capital piamontesa se convirtió en la capital
internacional de la elaboración de este producto y en pocos años nacieron
decenas de empresas artesanas que fabricaban centenares de kilogramos de cacao
elaborado que, junto al consumo interno, eran destinados a Alemania, Suiza,
Francia y Austria.
En Turín fue inventada una de las bebidas "santo y seña" de la ciudad: el "bicerin",
una mezcla de café caliente, chocolate amargo y leche (al punto de nata). Ideal
para combatir el frío y que fascinó, entre otros, a Alejandro Dumas, quien en
alguna de sus obras la elogió definiéndola como una "excelente bebida".
En el local -aún existente hoy en día- donde nació y dio su nombre a esta
bebida, además de Dumas, acudieron personajes como Nietzsche o Puccini, quienes
mientras bebían el "bicerin" escribían parte de sus obras.
Y en la capital piamontesa, en 1802, el turinés Bozelli resolvió uno de los
grandes problemas que tenía el chocolate: transformar el líquido en sólidas y
duraderas tabletas. Lo consiguió gracias a inventarse un aparato hidráulico que
mezclaba el polvo de cacao con azúcar, vainilla y agua caliente.
Seis años después, al mezclarlo con avellanas, nació la pasta que una vez sólida
daría lugar al "giandujotto" (1867): el bombón más típico de Turín y que recibió
dicho nombre en honor de la tradicional máscara de carnaval turinesa (Gianduja).
Esa pasta, antes de hacerse sólida para convertirse en bombón, es la famosa "Nutella"
(Nocilla en otras partes del mundo), de gran éxito internacional. La pasión y el
gusto por el chocolate fue creciendo tanto en Turín que vino a marcar buena
parte de la vida laboral y social de la ciudad, de la región.
Por ejemplo, su degustación por las clases acomodadas dio lugar al nacimiento en
Turín de gran parte de sus famosos "cafés": lugares de encuentro de la alta
burguesía o de los políticos, y en donde, entre vasos de chocolate, determinaban
buena parte de la vida social y política de la ciudad y, a veces, del país.
No hay que olvidar que Turín es la cuna italiana de los reyes Saboya y que fue
la primera capital de la Italia unificada y primera sede del Parlamento.
También Turín fue donde nació el cine en este país, la primera sede de la
Radiotelevisión Pública Italiana (RAI) y la primera orquesta sinfónica del país.
Ahora, lógicamente, el chocolate, uno de los santos y señas de la ciudad,
también deseó estar unido a los JJ.OO. Turín 06, a la que sin duda está dando un
especial perfume y sabor.
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