En 1944, amas de casa y profesores de Economía Doméstica suecos formaron
el Instituto de Investigaciones del Hogar, HFI. Allí los científicos
experimentaban en el laboratorio con máquinas y herramientas para la
cocina, con el objetivo de desarrollar nuevos y mejores productos y
mejorar las condiciones de trabajo en el hogar. En la Suecia de
los años 50, en pleno florecimiento económico, el Instituto descubrió que
un ama de casa media caminaba al año en su cocina, mientras prepara la
comida, el equivalente de la distancia entre Estocolmo y el Congo. Así que
el Instituto Sueco de Investigaciones del Hogar puso en marcha un nuevo
estudio: envió a un grupo de observadores a una región campesina de
Noruega para vigilar el comportamiento de los varones solteros noruegos en
sus cocinas.
Se trataba de recoger informaciones destinadas a concebir en un futuro
próximo una mejor utilización del lugar y su equipamiento, la cocina más
funcional posible, la que traerá la felicidad a los fogones. Los
investigadores trabajaban veinticuatro horas al día, encaramados en una
especie de sillas de árbitro de tenis, estratégicamente colocadas en un
rincón de la cocina. Además, se les impone una regla: no deben, bajo
ningún concepto, dirigir la palabra a los investigados o implicarse en las
actividades de la cocina para no arruinar el carácter científico del
experimento. |