En el océano, el pingüino emperador se parece más a un delfín que a un
ave. Este animal potente pero de movimientos fluidos es capaz de surgir
de las profundidades como un torpedo a golpe de riñón, patinar ágilmente
sobre el hielo y volver a levantarse para alzarse sobre sus patas. Pero
una vez en pie, este ave de andar torpe está siempre a merced del menor
obstáculo.
Pero, ¿cuál fue el motivo de que este extraño pájaro nadador
abandonara el agua helada en la que se deslizaba con tanta gracia? El
motivo es uno solo, primordial, esencial: la supervivencia de su propia
especie. Pero en la Antártida hay pocos sitios para elegir, porque, en
invierno, en un perímetro de cien a doscientos kilómetros alrededor del
continente, el mar se congela. Al norte el mar helado, el océano y su
alimento. Al sur la banquisa, desértica pero estable. Entre los dos está
el pingüino emperador, andando. Andando a lo largo de cientos de
kilómetros de invierno y de peligros. Andando el interminable camino que
separa el alimento de su hambriento retoño. El viaje del emperador narra
esta epopeya... La naturaleza ha inventado la más bella historia. |