Por Angel Cortés - Es ley de vida. En pleno siglo XXI, los
consumidores exigen cada vez más calidad y prestaciones a la hora de planear sus
compras y los fabricantes deben estar al tanto de la evolución de las
preferencias de estos si no quieren quedarse al margen del mercado.
¿Quien compraría hoy un automóvil sin que este incluyera un equipo de audio con
CD en su configuración o que consumidor no busca que el reproductor de DVD que
esta a punto de adquirir sea compatible con el mayor número de formatos?
Es lo normal para la gente común, pero no para los burócratas de Bruselas que
ante las preferencias del consumidor y las exigencias de la industria, suelen
decantarse, habitualmente, por estas últimas.
Cuando la Comisión Europea exige a Microsoft que comercialice independientemente
WM esta obligando al consumidor a realizar un nuevo desembolso al comprar su
equipo informático, para disfrutar de algo que se ha vuelto tan común, como
escuchar música en el PC.
Decir que la inclusión de WM en Windows "debilita a la competencia, asfixia a la
innovación y reduce las posibilidades del consumidor para escoger", sería
comparable a considerar que la incorporación del auto radios limita las ventas
de estos equipamientos ya que una gran mayoría no los reemplazan por otros con
mayores prestaciones.
La CE debe exigir que Microsoft sea respetuoso con sus competidores, obligar a
que sus contratos de licenciamiento de tecnología sean transparentes e iguales
para todos, evitar que la compañía impida el correcto funcionamiento de
aplicaciones externas en su sistema y si es necesario hacer posible que su
tecnología no este limitado a un sistema operativo concreto.
Todo lo demás es pura demagogia que con la excusa de defender la competencia
hace pagar al consumidor la "incompetencia" de algunos fabricantes para
desarrollar herramientas atractivas para seducir al usuario