Su tamaño es muy parecido al terrestre, con 12.100 kilómetros
de diámetro, no teniendo achatamiento. También la masa y la densidad son
parecidas a las terrestres. El año venusiano, un poco más corto que el
terrestre, dura 225 días. Sin embargo, las diferencias empiezan cuando hablamos
del día en Venus. El planeta tarda 243 días en dar una vuelta completa sobre sí
mismo; el día de Venus es más largo que su año. Además, lo hace en sentido
retrógrado, allí el Sol y todas las estrellas salen por el oeste y se ponen por
el este. Eso si se viesen, porque la atmósfera de Venus es tremendamente densa y
opaca; tanto, que no podemos ver su superficie, ni con los mejores telescopios
ni con las sondas en órbita allí enviadas.
Su atmósfera está compuesta esencialmente de dióxido de carbono, aunque en las
capas más altas aumentan las proporciones de oxígeno, nitrógeno y monóxido de
carbono. También se encuentran en cantidades mucho menores dióxido de azufre y
vapor de agua, que varían con la altura. Estos dos compuestos reaccionan y dan
lugar a ácido sulfúrico, el cual produce lluvias corrosivas que modifican
sustancialmente el paisaje. Ello también hace que el efecto invernadero sea
intenso en Venus y se produzcan presiones de más de 90 atmósferas y temperatura
muy elevadas de hasta 460 grados centígrados, más que en la superficie de
Mercurio, que está más cerca del Sol.
Los vientos en la atmósfera
de Venus son también extremos, con valores que aumentan con la altura: en la
baja atmósfera se dan vientos de unos 30 kilómetros por hora, mientras que en la
alta atmósfera alcanzan los 500 km/h, lo que provoca un rotación de la capa
gaseosa 60 veces más rápida que el planeta sólido.
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